jueves, julio 28, 2005

Tango 4 y Un Encuentro Canalla

Aún quedaban rastros de migas en las mesas, a pesar de esa situación se sentaron sin hacer ningún tipo de aspavientos, pues el lugar estaba demasiado lleno para empezar a buscar problemas. Ya instalados en un rincón dos de los cuatro tipos oscuros y de duro semblante dejan caer suavemente dos cajetillas de cigarros importados marca Phillips Morris con sus respectivos encendedores. El hombre moreno y espigado, que se hace llamar el Señor K prende un cigarrillo y le pide amablemente un cenicero a la regordeta mesera. Sin embargo el que parece llevar la iniciativa, es un tipo macizo de rasgos indo asiático de aspecto similar al de un Béngales. Después de varios minutos de cavilaciones, los cuatro hombres sombríos apostados en un par de mesas se deciden.

-Bueno señorita, nos trae dos perniles con agregados, ese de $5.480 y dos jarras de borgoña Grande- dijo el Béngales.

- ¿algo más?- preguntó inquieta la mesera regordeta y bigotuda de chaleco rojo.

- No- respondieron todos al unísono

No fue necesario entrar en las costumbres protocolares de las empalagosas presentaciones, todos tenían amistades en común, que los unía a los cabos desconocidos, además los cuatro más de alguna vez habían cruzado palabras en el vertiginoso mundo virtual de los bloggers, cada uno poseía un sitio donde gritaba sus bondades y perversiones con mayor o menor preocupación.

No hubo conflictos, la conversación fluyó como lo hace la sangre de una arteria herida. Las palabras no fueron simples generalidades, ni banalidades tiradas al suelo, todo giraba en torno a un romanticismo algo asceta, de personas violentadas por un pasado poco halagador, y aunque saben que las cosas no serán fáciles y que es probable que la marcha de sus ilusiones queden mutiladas en medio del camino, gozan del encuentro bebiendo un mosto arreglado con durazno.

El robusto Cuervo, el cual parecía un retirado físico culturista o levantador de pesas, alzó las copas y brindo por todos, recalcó las bondades de los gritos ajenos, sin darse cuenta que en esos momentos su voz sonaba más fuerte que la de cualquiera, con un tono distinto que ansiaba alcanzar una sonoridad particular y única que lo distinguiera de los demás, más de alguno de los contertulios se lo hizo saber en ese momento, aunque Él no daba completa fe de los comentarios de sus camaradas de vasos.

- Las Putas son distintas a todo los demás- dijo el Béngales convencido de haber dicho una verdad absoluta.

Él escuchaba un tema en el discman, con unos bits demoledores pero a la vez elegantes y subversivos que llamaban a la Da Rebelión, una rebelión que postulaba un remezón de cama, una evolución hacia alcobas sin temores, de sexo libre, con una consolidada actitud de suicidio emocional que en las mujeres que no son meretrices es casi imposible encontrar.

Esa noche el cuarto integrante, un profesor de mala fe, charlaba amenamente con los otros tres oscuros parroquianos, contento pues en ese momento no tenía nada que revelar, sólo hablar papanatadas sin sentido y preguntarles cosas a los demás. Hace tiempo que no tenía esa oportunidad, preguntar y preguntar, que distinto era eso en comparación a sus vivencias cotidianas, siempre cargadas de la tensión de ser cuestionado y responder.

- ¿Quieren una canción?- preguntó una pareja de ancianos con unas guitarras a cuestas.

- Si – respondieron todos al unísono.
Los Viejos Guitarrista prepararon el ambiente de los parroquianos con el oficio de décadas de serenatas de Cantinas. Contaron un par de chiste añejos que a pesar de los años aún causaban risas. Primero tocaron una cueca picaresca que golpeó directo en los cachos a los comensales de la mesa contigua que estaban celebrando la despedida de soltero a su integrante más joven. Los cuatro hombres oscuros se rieron de esa situación, como si fuera una conspiración todos levantaron sus copas e hicieron un largo salud.

La atmósfera de la antigua Picada criolla de los papeles y mensajes alegres, y seudo-trascendentales se empezó a humedecer, nadie pidió contraseña, ni permiso, ni mucho menos se trataron de canallas, pues ellos sabían a ciencia cierta que lo eran.

Después de una breve introducción que hablaba del destino, los dos canosos trovadores se depositaron sus guitarras en sus abultadas barrigas, acariciaron las cuerdas con sus brazos cortos, y en su sentido canto se alzaba un himno de la constante perdida “Por Una Cabeza” de Alfredo Le Pera.

Por una cabeza /todas las locuras, /su boca que besa /borra la tristeza,/ calma la amargura.
Por una cabeza /si ella me olvida/ qué importa perderme,/ mil veces la vida/ para qué vivir...

Fue en ese momento que los cuatro hombres comenzaron a ejecutar el conocido acto de la desaparición, (utilizado anteriormente por muchos personajes notables, pero no por eso menos efectivo) al sonar los primeros acordes sus cuerpos comenzaron a diluirse lentamente en el aire al igual que el contenido de sus vasos. Los cuatros por igual trataban de captar el momento, la frágil particularidad que emanaba de ese episodio, cazar imágenes antes de desvanecerse y abandonar ese mundo con un aura victoriosa y melancólica.

Imágenes captadas por los cuatros seres oscuros antes de desaparecer.
- Los dientes de oro del cantante que lanzaba gotas de saliva cuando su canto emocionado alcanzaba el clímax.
- El canto agónico y nostálgico de un Mc`s loco, que quería aplastar al sistema capitalista un poco antes que perdiera el esquivo corcel.
- El humo expelido por un cuervo nostálgico, recordando algún episodio, buscando desesperadamente algunos restos de su pasado en unos cuadritos de duraznos.
- Las dudas de un Béngales, que se cuestiona la universalidad del idioma musical justo antes de preguntarle al Mc`s loco cuando se había aprendido esa canción.
- La guitarra parchada y levemente trizada del cantante de los dientes de oro y el pelo color ajo.
- La cara del Señor K, tratando de idear una alquimia capaz de alterar los recuerdos, las imágenes y trasformarlos en una nueva realidad.
- Los $2500 que dejaron los oscuros parroquianos al momento de terminar la canción.
- Los cuadros de cobre apostados en todos los rincones de la muralla poniente.
- Los platos sucios, los huesos, los resto de ensalada, y las colillas de cigarro en los ceniceros.
- El Profesor, pensando en todos las mujeres que habían pasado por su vida y se habían perdido como las apuestas del hipódromo.
- En el cabello teñido del segundo guitarrista y su viejo vestón gris.
- La mirada concentrada de los parroquianos observando el contenido de su vaso justo antes de beber su liquido.

Al final los cuatro oscuros caballeros desaparecieron satisfechos, pues habían alcanzado su objetivo, poseer parte de un tiempo continuo, que solo les pertenecía a ellos y el cual lo podían intercambiar y acomodar de formas infinitas e independientes, en las noches en que nada ocurre y en que él fino mosto con o sin durazno escasea.

martes, julio 26, 2005

El Lejano Sonido de las Sirenas. (Cuarta Parte y Final)

El Lenteja estaba desesperado por dinero, pensaba no volver a robar, estaba harto de atados, pero se encontraba en el límite. Sentía los pies pesados, un dolor en el estomago que le retorcía las entrañas, no había comido en todo el día y tenia la boca seca. Pensó ir a la casa de su tía a pedir comida y unas monedas para un copete. La idea de visitar la Población Nueva Peñaflor lo tenia sumido en un conflicto, por un lado estaba la oportunidad de conseguir un plato caliente y unos pesos, pero también representaba un gran riesgo, en el barrio todos lo ubicaban y se podía llevar una golpiza de puta madre, había dejado demasiadas cagadas en el último tiempo para pasar desapercibido. El Lenteja estaba lejos de su habitual aspecto de galán de barrio, ya no usaba camisas de colores vistosos combinados con pantalones de gabardina cuidadosamente combinados, toda su preocupación por el vestuario terminó olvidada en algún callejón sin salida. Le había crecido la barba, llevaba el pelo descuidado y grasoso, tenía una chaqueta de mezclilla amarrada a la cintura, poleron con capucha negra y unos jeans raídos, su presencia, su olor y su semblante era el de un vagabundo.

El Porcino siguió al Pedro por media cuadra, al llegar al pasaje Galvarino Pedro es tomado por el hombro, se da vuelva y le dijo -¡qué te pasa hueón, si ya te dije que no tengo plata!-, el Porcino, no entendía razones. Sacó un cuchillo y se lo puso al frente de la cara, el Pedro le dijo que se calmara, pero el Porcino estaba enceguecido, -¡Suelta las monedas conchetumadre si no queris que te raje el paño¡- dijo el asaltante. Pedro no estaba dispuesto a entregar la plata. Necesitaba ese dinero para mantener la casa mientras estuviera cesante, -¡No pasa loco, ya te dije que no tengo plata!-dijo Pedro tomando distancia de su agresor, -¡vos te lo buscaste gil culia’o¡- dijo el Porcino con una expresión de odio en el rostro. Él tomó su cuchillo y sin pensarlo se abalanzó sobre su victima, Pedro alcanzó a esquivarlo y la estocada sólo le rozó la camisa, él quedó un poco desestabilizado, momento que fue aprovechado por su victima para golpearlo con el puño en el rostro, no pensó en arrancar al contrario tomó una piedra, cuando levantó la vista, el Porcino le clavó una certera puñalada en el lado derecho del pecho, Pedro a verse comprometido por el metal del cuchillo, con la piedra que aún mantenía en la mano golpeó la cabeza del Porcino. Los dos cayeron al suelo.

Saboreaba su plató con esmero. El Lenteja disfrutaba de la generosidad de su tía. Estaba sentado bajó un parrón. Escuchó un ruido que le llamó la atención, se paró y salió a la calle, desde ahí observó como el Porcino acuchillaba a un transeúnte. El Lenteja pensó que esta era su oportunidad, y salió presuroso a su encuentro.

El Porcino se recuperó rápidamente del golpe, recoge el cuchillo y lo esconde bajo la manga de la chaqueta, revisa los bolsillos de su victima, saca unas monedas, una cajetilla de cigarro y la billetera. Mira a los cuatro costados. Hola viejo amigo -dijo el Lenteja-, Él lo mira a los ojos, no lo veía desde el incidente del río, el Porcino se quedó paralizado por un segundo, siente un pequeño calor en la espalda, -¡hola pos conchetumadre¡ ¡tanto tiempo mamacita¡- dijo el Porcino con una sonrisa mordaz en la cara. Llegó el momento que arreglemos cuentas pendientes maricón, -dijo el Lenteja- escupiéndole la cara. El Porcino sacó su cuchillo, pero el Lenteja le había colocado tres cuchilladas. Una cuando él estaba sacándole el dinero al joven que estaba sangrando en el suelo, las otras dos se las calzó cuando lo encaró. De una patada en el estomago botó al Porcino al suelo, después le quitó el dinero.

Las señoras de la cuadra comenzaron a salir al patio de sus casas, a lo lejos se escuchaban los sonidos de las sirenas. Gritos de histeria golpeaban las paredes de las viviendas. Los pobladores no se atrevían a intervenir, miraban con desconfianza detrás de las rejas. Él se levantó con sus últimas fuerzas, y frente a las miradas cautivas de los vecinos, tomó una piedra y golpeó en la cabeza al Lenteja, y le quitó el dinero de las manos. La billetera empapada en sangre acompañó la agonizante carrera de Pedro, se alejó lo más posible, una de sus manos presionaba su pecho sangrante y la otra revoloteaba pesadamente por el aire. La policía estaba a unos pocos metros de Pedro, éste se dejó caer al suelo y pidió ayuda. Los carabineros los tranquilizaron, -¡muchacho, calma ya viene la ambulancia!-. El Lenteja recuperó a medias la conciencia y trató de escapar, siente un liquido caliente en la espalda y en el estomago, y una sensación húmeda que lo inunda de temor, a unos metros es detenidos por los Carabineros, en ese mismo instante palideció y cayó al suelo. Desde su lecho el Porcino le grita, -Nos vamos a ir juntos mi amor-. El Lenteja tenia cuatro puñaladas en el cuerpo, se la había encajado el Porcino cuando el joven asaltado golpeó al Lenteja en la cabeza, él cayó al costado del Porcino, momento que aprovechó para filetearlo.

Eran las tres de la tarde en el hospital del Tórax, las visitas esperaban la autorización del enfermero para entrar a ver a sus parientes. Jaime y Karen tomados de las manos caminaron por el pasillo, al entrar a la pieza de los pacientes, encontraron vacía la cama de Pedro. Jaime salió en busca de su hermano, desde el baño un hombre con un camisón blanco, pantuflas y una bata roja arrastra una caja de madera de la cual sale unos tubos que se conectan con su pecho, él hombre caminó hacia su encuentro. Pedro y Jaime se abrazaron.

domingo, julio 24, 2005

El Lejano Sonido de las Sirenas. (Tercera Parte)

Pedro siempre supo que vivía en un lugar difícil, pero nunca pensó que la gente de su propio barrio se iba a transformar en una amenaza. Pedro quiso comprarse una corta plumas o un bastón de defensa, pero no lo hizo, por culpa de unos hueones no iba a desconfiar de toda la gente, eso a él le molestaba, no quería pensar que vivía dominado por el miedo, además como iba a tener la mala suerte de toparse a cada rato con el Lenteja y su gigantesco secuaz. Pedro sabía que podía vivir ese mes tranquilo, que después de esta fechoría el Lenteja y el Porcino iban a desaparecer del sector por un par de semanas.

En la bomba se sabían muchas cosas. Durante un mes el bombero al cual el Lenteja había amenazado con un cuchillo, les preguntaba a los carabineros si habían atrapado a los asaltantes de la bomba Copec, los carabineros llenaban sus estanques, se fumaban un cigarrillo y le contestaban que no tenían ni un rastro de esos pinganillas, después de eso se marchaban en sus patrullas, el bombero al cual le decían Chacho murmuraba unos garabatos y golpeaba el suelo con las puntas de sus bototos. Un día, el Paco López llegó en su moto, pidió que le llenaran el estanque de gasolina, llamó al Chacho y al Pedro. Les preguntó si ellos fueron los asaltados, los bomberos asintieron con la cabeza, el paco López, sin que nadie le preguntara les contó que él tipo al cual apodaban “el Porcino” estaría involucrado en una asesinato de un campesino que había tenido lugar en la costanera del río Mapocho a unos cien metros del puente Pelvín, pero la policía aún estaba investigando.

La música de la radio Pudahuel alegraba el ambiente en la bomba Copec. Pedro preparaba unos combinado en la caseta, con un pisco que había comprado en el supermercado antes de iniciar su turno. El Chacho conversaba con don Ismael. El Pedro se acerca a ellos con tres vasos.

Don Ismael era un viejo conocido por los bomberos de todas las bencineras de Peñaflor, en ellas guardaba los carritos de la basura, los cuales pasaba a buscar de madrugada antes de comenzar su jornada laboral. Don Ismael sólo necesitaba una par de sorbos para ponerse alegre, ya al tercer vaso contaba sus hazañas sexuales con las viejitas de la población, según sus comentarios el aún era capaz de echarse tres cachas por noche, después de cada historia don Ismael amenizaba el relato con una canción (de preferencia boleros), al cantar dejaba al descubierto la ausencia de sus dientes delanteros, sus lengua ocupaba su espacio lanzando saliva a destajo, entre más emoción ponía a la interpretación más saliva lanzaba.

El Chacho cambió la radio, estaba un poco aburrido con el espectáculo de don Ismael. Por la esquina izquierda aparece un joven con una botella en la mano, Pedro lo observó con recelo, el joven caminó derecho por la bomba sin mirar a nadie, don Ismael sale de la oscuridad y le dice- ahora no saluday po’s roto, quién te ve y quién te viera-, el joven levanta la cabeza y le contesta - ¡buena don Ismael!, ¿No se toma un traguito conmigo?-, don Ismael dice con confianza -No puedo, tengo que ir a trabajar, por qué no te acercas y te sirves algo con nosotros-, el joven se acercó, su nombre era Esteban.

La conversación se dio fluida y en un clima de respeto, después de unos buenos tragos la confianza estaba en su punto más alto. Esteban quiso contar una historia. Primero le Preguntó al Chacho y al Pedro si conocían al Lenteja, ellos contestaron que sí, pero no dijeron nada del asalto. El Esteban se frotó las manos y se tomó un buen sorbo de copete. Los ojos del Pedro casi se salían por la expectación. Mire don Ismael esta historia la supe hoy, saben del crimen de campesino y que el principal sospecho es el Porcino, - si sabemos, contestaron los bomberos-, pero eso no fue todo. El Porcino asaltó a un viejo campesino, se fue en la volada y lo mató, pero el hueón no se conformó con eso, además escondió el cadáver en una pequeña caleta debajo del puente Pelvín, donde acostumbraban tomar y drogarse con sus amigos. Tapó al difunto bajo unos cartones y le colocó una colchoneta encima. Supuestamente el asesinato del campesino ocurrió al atardecer a eso de las ocho, después la caleta quedó vacía, como a las once y media de la noche llegó el Lenteja con unos longis a tomar a la caleta, estaban meta Pito, Angustia y vino tinto, creo que hasta Neo había, estaban en lo mejor del carrete cuando llega el Porcino y se puso a tomar con ellos, en una de esas un huéon hizo un comentario sobre el mal olor del lugar y el Porcino se cagó de la risa, y le muestra a todo el grupo el fiambre que tenía escondido. El Lenteja entró en pánico, se volvió mono y le sacó la madre al Porcino, pues cómo se le ocurría involucrar a toda la manga en un asesinato escondiendo un cadáver en un lugar que les pertenecía a todos, ellos podían ser ladrones, pero en ningún caso eran asesinos. El Porcino con la cara de un desquiciado le dijo al Lenteja que le ponía demasiado color, qué el tonto hueón del campesino se lo buscó, y que ahora sólo era un pedazo de carne hedionda. Él se arregló la chaqueta de cuero y le preguntó al Lenteja con un tonó de voz burlona, ¿qué te pasó en la cárcel Lentejita?, ¿Te transformaste en Mamita?, ¿Se te quemó el arroz?, Vociferando al resto de los presentes, les preguntó por ultima vez si había salido de la cana como un maricón. El Lenteja se puso furioso y se abalanzó sobre él con una ráfaga de golpes. Los amigos de ambos dejaron las risas nerviosas y se dedicaron a separarlos. El Porcino se limpió la sangre del labio, y le dijo al Lenteja sí tenía miedo de volver a la cana, o te quedó gustando comer pescado por el culo. El Lenteja trató de alejarse del lugar, fue en ese instante cuando el Porcino le pegó con un palo en la cabeza, el Lenteja quedó medio aturdido, situación que fue aprovechada por el Porcino y el resto. Lo amararon de manos y pies, después lo tiraron sobre el colchón que había sido utilizado para tapar al campesino, lo golpearon para ablandar su carácter y procedieron a violarlo. Cuando Esteban terminó la historia, la bomba quedó en silencio por algunos segundos, don Ismael, Chacho y Pedro se miraron con asombro.



Al terminar el verano Pedro renuncio a la bomba, quiso buscar nuevos horizontes, llevaba dos semanas cesante, pero con posibilidades ciertas de volver a trabajar. Ese día le tocó ir a buscar su finiquito en la mañana, por la tarde Pedro salio con su polola Jenny, fueron al cine, después pasaron a comer a un salón de comida rápida, al volver a Peñaflor, se besaron en la Plaza. Jenny tomó un colectivo y se fue. Pedro caminó en dirección a su casa, al llegar a la esquina de Vicuña con el camino de Diablo prendió un cigarrillo, cruzó la calle. Detrás de los árboles apareció la figura del Porcino, estaba borracho, le pide un cigarrillo, Pedro saca uno, el Porcino lo tomó y comenzó a fumar. El Pedro sentía un coraje enorme que era dominado de cabeza a los pies sólo por la razón y el recuerdo, no tenía fuerza para echar a peder un día tan maravilloso como ese. Pedro decidió dejar pasar las venganzas personales, qué sacaba, con ese convencimiento siguió su rumbo. El Porcino después de unos metros, le gritó – ¡socio pare! -. Pedro se detuvo y observó como se acercaba, -¿Sociate no tiene gamba que me regale?- dijo el Porcino totalmente angustiado. Pedro le contesta con firmeza - loco no tengo -.

viernes, julio 22, 2005

El Lejano Sonido De Las Sirenas. (Segunda Parte)

Un mes después del asalto frustrado por Pedro, su hermano Jaime carreteaba en la casa Nº 225 del pasaje Galvarino de la Población Nueva Peñaflor. Jaime estaba afuera de la casa engrupiéndose a una mina exquisita llamada Karen. Ella se movía coqueta, él recostado en un árbol trató de tomarla por la cintura, ella se resistió un poco pero terminó cediendo a las insinuaciones de Jaime. Se besaron apasionadamente, Jaime le había facilitado su lugar a Karen, él presionaba el cuerpo de Karen contra el árbol mientras recorría con sus manos su voluptuosa figura.

El Porcino y el Lenteja estaban sentados en el comedor, desde ahí observaban a la gente mientras bebían un combinado mezclado en una botella de coca-cola. La gente disfrutaba de la fiesta. Las jovencitas bailaban al ritmo de la cumbia. La mayoría de los asistentes conocían a los dos granujas que estaban tomando en el comedor, pero los ignoraban, si bien eran conocidos por ser cuaticos, no revestían mayor peligro.

Él fumaba, el humo del cigarrillo lo envolvía en misterio, su camisa roja resplandecía con las luces de fiesta, sus pantalones de tela color beige estaban manchados con vino tinto, él tomaba el vaso como si fuera un caballero de alta alcurnia. El Lenteja tenía su fama de galán, era indudable su éxito con las mujeres, pero de él se contaban muchas historias turbias. Todos sabían que se ganaba la vida vendiendo pitos en la plaza de Peñaflor en la esquina del pool, también se cuenta que fue procesado por homicidio y que pasó un mes por la cana antes de salir por falta de meritos. La gente del sector comentaba que el Lenteja lo había pasado muy mal ahí adentro, que lo habían golpeado y violado. Su acompañante el Porcino era un verdadero mastodonte, uno lo podía reconocer a cien metros de distancia, su calva, su metro ochenta y cinco de estatura, y sus ciento veinte kilos de peso lo transformaban en una persona imposible de ignorar, además sus atuendos le daban un aspecto de temer, utilizaba una gastada chaqueta de cuero de motociclista, poleras negras con estampados de grupos punks, jeans apretados y unas blancas zapatillas converse de caña alta con vivos rojos. El Porcino era una especie de maestro espiritual para los nuevos punketas, era común verle en la plaza conversando con jovencitos de mechas multicolores y paradas, hablando de cómo el sistema los relegaba a la marginalidad y como ellos, los ignorados debían unirse para defenderse de la agresión capitalista.

Jaime estaba enganchado de Karen, le gustó desde que la conoció en la escuela básica Nº 6, ella iba un curso más abajo. Siempre la veía pasearse por el patio con su jumper azul, y sus trenzas liadas con cinta blanca. Karen había crecido, ya no usaba cintas en el pelo, y su cuerpo había adquirido formas que no se podían ocultar en un uniforme de colegio. Jaime y Karen se abrazaban, era el comienzo de un idilio romántico, que se gestaba bajo el alero de un árbol.

El Porcino y el Lenteja salen de la fiesta totalmente aburridos. El Lenteja se queda inmóvil, observa como la pareja se besa apoyada en un plátano oriental.

Karen entró gritando a la fiesta, pedía ayuda, nerviosa trata de explicar lo que sucedía. El Lenteja y el Porcino le estaban sacando la chucha al Jaime. Los hombres salieron en su defensa, pero los agresores ya habían arrancado. El Jaime fue a parar al hospital, estuvo dos días internado. La culpa agobiaba a Karen, no podía comprender cómo en el pasado pudo salir con un tipo como el Lenteja.

Esa noche el Pedro trabajaba en la bomba Copec de Vicuña Mackenna con Luis Araya Cereceda. La noticia de la golpiza de su hermano lo removió de un temor que nunca había sentido, la angustia le oprimía el pecho, pescó su chaqueta y partió corriendo al hospital.

Durante un buen tiempo no hubo noticia de ellos, era como si hubieran desaparecido de la faz de la tierra. El Porcino no se aparecía por la plaza con sus rapados discípulos de bototos y cadenas, tampoco pedía monedas a la salida del supermercado. Como era lógico el Lenteja dejó el negocio, otro dealer comenzó a usar su esquina para vender pitos.

La familia del Pedro se dedicó a cuidar al Jaime. Interpusieron una denuncia ante carabineros pero no hubo noticias. Karen visitó a Jaime los dos días que permaneció hospitalizado, sin darse cuenta Jaime y Karen comenzaron a pololear. Poco a poco la vida de la familia Valdivia volvía a la normalidad.


Caminaron cabeza agacha, por las sombras de la calle, de improviso un filo de metal sale a relucir. El Lenteja tomó a un bombero por la espalda y le colocó un cuchillo en el cuello, el Lenteja observó al Pedro, pareció reconocerlo, cuando pequeños jugaron juntos a la pelota en el club deportivo Esperanza. Él sabía que había golpeado al hermano. El Lenteja le gritó al Pedro que le entregara el dinero de la caja, éste se negó, ante esta oposición el Lenteja presionó el cuchillo en el cuello de su rehén, unas gotas de sangre ven la luz y manchan el overol del asustado hombre, éste le pidió al Pedro que le haga caso a los asaltantes. Pedro caminó lentamente hacia la caja buscando una oportunidad para atacar al asaltante. Desde las sombras el Porcino percibió las intenciones de Pedro, y sacó una escopeta hechiza de su chaqueta. No hubo nada que hacer, Pedro entregó todo el dinero de la caja, setenta mil pesos. Los maleantes salieron arrancando. Pedro los reconoció en el momento que eran los agresores de su hermano, al verlos se sintió levemente paralizado, pero no por temor sino por una rara especie de incredulidad, rápidamente este sentimiento se transformó en rabia, pero ya era demasiado tarde, estos dos maleantes habían sacado sus armas. Sus manos estaban dominadas por un ligero temblor, aún escuchaba latir su corazón, Pedro ya había dado aviso a carabineros, estos llegaron minutos después, pero el temblor de sus manos no desaparecía.

jueves, julio 21, 2005

El Lejano Sonido De Las Sirenas.( Primera Parte)

La sirena de la ambulancia alarma a los pobladores de la Nueva Peñaflor. Pedro ha sido apuñalado, los enfermeros lo suben a la camilla y lo acomodan en el vehículo. Unos metros mas haya dos personas yacen moribundas en el pavimento. Los carabineros cercan el lugar y trabajan el terreno del suceso.

Los enfermeros conducen raudos por la avenida. Pedro mira a la doctora, ella delicadamente le toca la frente, Él le pregunta si se va a salvar, la doctora no contesta, pero le esboza una sonrisa.

La doctora desnuda al paciente, reconoce su cuerpo apuñalado. Pedro se pone de espalda, la doctora toma una botella de agua oxigenada y la voltea sobre el cuerpo ensangrentado, con una gasa limpia los cortes, luego procede a suturar las heridas.

Pedro nunca pensó que iba a estar en posición de matar a alguien, siempre le causó culpa dañar a otras personas, el remordimiento era un peso que le costaba cargar. Pero no le quedó otra alternativa, eran ellos o él, además él trató de evitar el conflicto pero ellos insistieron en enfrentársele. Ahora su vida colgaba de un hilo y parece que su batalla no tuviera sentido.

La sala de espera de la Urgencia del Hospital de Peñaflor se encuentra llena de enfermos, la camilla pasa directamente a una sala ubicada al interior del pabellón, destinada a los pacientes graves. Las personas que esperaban en el lobby observaron con incredulidad el episodio.

Él no tiene miedo, sabe que ya no puede hacer nada, que todo esta en manos de otros, el ya hizo su parte que era llegar vivo hasta el hospital. Toda ansiedad y nerviosismos alteraría su animo, y eso puede ser perjudicial para su frágil presente. Pedro abre los ojos lo más que puede y trata de observar lo que sucede a su alrededor, si los cierra puede ser la última vez que vea algo.

Los doctores se mueven eléctricamente. Giran su cuerpo, limpian sus llagas con un nuevo antiséptico, el paciente siente una presión en el pecho, todo se vuelve confuso para Pedro que intenta infructuosamente mantenerse conciente. El doctor a cargo de procedimiento ordena un pleurostomia en el pulmón derecho (drenaje que busca sacar la sangre y el aire que oprime al pulmón), el doctor asistente cuenta tres costillas e infiere un corte, en él introduce dos tubos en su pulmón. Una vez estabilizado el paciente lo deriva a la sala de radiología, Pedro se mueve por sus propios medio y trata de sentarse en una camilla, en esos instantes se desvanece victima de un paro cardiorrespiratorio.



Un año antes, Pedro intervino en un asalto a una señora, no hizo mucho, sólo se paró a un costado de los asaltantes y los increpó, al observar el revuelo los maleantes arrancaron. Era la Primera vez que se enfrentó al Porcino y al Lenteja.

martes, julio 19, 2005

SE LE APAGÓ LA TELE A MI BLOGS

Nunca pensé que esta turbia empresa de los blogs, se iba a transformar en una especie de pasatiempo adictivo, supongo que a todos los bloggers les debe pasar algo similar. Pero también puedo deducir que el perfil de la personas que poseen estos sitios es totalmente distinto al mío, pues poseo escasos conocimientos computacionales y eso me pasó la cuenta, ahí recibe la simple explicación por la cuál quedó en blanco la pantalla de mi Blogs de este Sucio Profesor o Profesor de Suciedad.

Ósea se me Apagó la Tele, tal cual le sucede a los que se embriagan demasiado de una sustancia, por goloso, por querer colocarle una licencia de Derecho de Autor a mi sitio, suena hasta un Poco petulante, pensar que alguien va a plagiar las escasas ideas y obras de éste In-Docente, pero siempre hay que estar alerta, no vaya a ocurrir que justo te calcen con una verdad que solo Tú hasta ese momento pudiste rescatar, más vale siempre tener un profiláctico cuando uno se mete a un puterio, más sí es uno virtual y no conoces las caras de tus clientes, meretrices y cabrones. Aunque debo declarar que soy un afortunado, pues conozco es 90% de mis camaradas bloggers que postean en “Hastiado de Predicar”, es más esta ocurriendo un fenómeno raro, los post no giran en torno a los escritos, sino a las vivencias y planes de reunión que podemos formar de el más próximo futuro que nos espera, lo cual me llena de alegría.

Por eso saludos al Señor K por su Paciencia y Experticia para sacarme de la oscuridad Comunicacional de este mundo Virtual conocido como la Maldita Red.
Señor K: Sacó Trago.

Al Cuervo, Por su Preocupación y constantes visitas, por su Patio Trasero donde cobija a los sedientos de Cervezas.
Cuervo: Sacó Trago.


A Poli, por su agallas, sus comentarios, por su voz de señorita de bien y sus invitaciones con pasajes al Jolgorio.
Poli: Sacó Trago y una pieza de baile de este Humilde Cojo.

Y por último al Negro y a sus Damas de compañía, y que más puedo decir de vos, si siempre sacas trago de la capa Bituminosas, así que para vos solamente un saludo, pues el trago nos hace mal.

Nunca había utilizado este espacio como un diario de vida y no es del todo desagradable, que les puede contar hoy, bueno estoy de vacaciones, a lo mejor en la semana salgo con una mujer espectacular que me gusta mucho ( sólo falta que ella se decida), dejé de Trabajar en la ONG de El Bosque, En los Morros con los Carolinos, la cuál fue una de las mejores experiencias laborales, a pesar de lo viajes espirituales de vuelta a las 10:30 de la noche, con zombis pasturris andando en bicicletas por las calles, atropellamientos de perros por montones, recuerdo que una vez me subí a un colectivo y estaba un viejo chico, moreno quemado de tostador, crespo y guatón, que venía raja de curado, al final se bajo, abrió la maleta de cole y sacó un smoking plateado, para mi sorpresa era el cantante de la SONORA PALACIO JÚNIOR, cosas como esas pasaban. Accidentes, mujeres ensangrentadas corriendo hacia el Hospital el PINO, en fin, Ceppac y su gente los echaré de menos, pero no tanto.

El hecho que marcó mi jornada fue ( Aparte de lanzar al aire mi Blogs nuevamente): que compré una antología de Ezra Pound, por $2500, con prólogo Ernesto Cardenal, traducción de: José Coronel y Ernesto Cardenal, y epílogo de L. Ferlinghetti. No me siento arrepentido de haber comprado el libro, pero sí de no haber regateado el precio al regente del carrito de libros piratas y usados, pues mi libro nuevo es usado, original, buenas hojas, editorial visor Madrid, 1983. en buen estado. Pude haber conseguido una rebaja, cuantos en San Bernado están dispuesto a leer a Pound, cuantos conocen a Pound. En mi caso yo lo compré por curiosidad, no conozco particularmente su obra literaria, pero si alcanzo a dimensionar su obra, a través de su legado histórico, y sus influencias, y como fue capaz de describir el mundo post primera guerra mundial, Junto a Auden,y Elliot, pues hay un capitulo entero dedicado al fin de las vanguardias artísticas en el grandísimo libro de Historia “El Siglo XX: la Era de los Extremos" de Eric Hobsbawns, en la cuál estos poetas son protagonista principales

. Ahora viene la Gran Pregunta: ¿cuánto estarias dispuesto a pagar por un libro así?, en un día, que puta madre que hizo frío, mucho frio.

¿Cuanto pagarías tu? ¿ Y por qué libro? ¿Hubieras Regateado el Precio?.

viernes, julio 15, 2005

La Última Diligencia

Terminó su última diligencia varias horas atrás, Manuel está a la deriva en la ciudad. Una inesperada resaca lo desplaza de un lado a otro. El único movimiento que fluye de su alcoholizado cuerpo es apoyar su cabeza en el respaldo del asiento de adelante. Solo atina a preguntar a los ocasionales pasajeros que se escurren a su alrededor: ¿Si falta mucho para llevar a Estación Central?.
Desde su locura escucha murmullos, percibe siluetas y luces borrosas se deslizan a través de los cristales.

Su voz, la conciencia o alguien más, lo reta y aconseja, que no debe corromperse por Santiago. Pues esta ciudad se devora a los forasteros.

Una mano fuerte lo zamarrea.

- Acá debe bajarse, ya llegamos al paradero- pronuncia gravemente el chofer- ¡Mierda, vomitaste mi micro!

Al bajar, Manuel cae al suelo, las micros devienen en agua y la ciudad se inunda.

Y Manuel sólo espera llegar bien a Casa.

jueves, julio 14, 2005

Vidas Mínimas.

VIAJA CONMIGO.

Me levanto en rebeldía
alejando el silencio
que te amenaza,
quebrando la rutina
que se refleja en tus ojos,
me acerco a ti y pregunto,
¿quieres acompañarme
en una delirante travesía?
tú sin mirarme
cerraste la caja,
guardaste el dinero
y me contéstate que sí.


EL CUADERNO (Vesión remix 00.1).

Él intentó gritar sus penas.
Él trató de hablar con un compañero,
Pero tuvo vergüenza.
Hizo una reunión para formar
Un grupo de poesía
Y se golpeó con sus palabras.
Aislado, como una rata
Prendió la televisión,
Ahí se quedó sentado,
Hasta que lo encontraron.
Y si no fuera por un viejo cuaderno
Con algo parecido a su vida,
Hoy no me hubiera tomado la molestia,
En recordarlo.

martes, julio 12, 2005

EL TOMATE.

Tuvo que salir corriendo, nadie lo quería ver vivo en el Puerto, la cagadita que había dejado era demasiado grande para que se la perdonaran. Se escondió en la Capital, pasaron un par de meses, se estaba acostumbrando a esta nueva rutina cuando se presentó la oportunidad de partir. Unos contactos le hicieron las movidas para irse a Europa.

Llevaba diez años en el viejo continente, trabajando en lo que mejor sabía hacer. Empezaba su periplo en Grecia, continuaba en Italia, recorría la costa azul y terminaba en España. Según él, era el chileno que mejor ejercía su rubro en Europa. Contaba con grandes aptitudes físicas, pasaba desapercibido en cualquier país, pues lo ayudaban su pelo rubio, su tez extremadamente blanca ( que con los rayos del sol se tornaba de un intenso color rojizo) y sus ojos azules, hasta su nombre jugaba a su favor, Jonathan Schnetler, pero cuando se instaló en Madrid, se hizo llamar Jonás.

En estos diez años el Jonás había cambiado mucho, ya no se metía en problemas, su tiempo los dividía en sus tres grandes pasiones, las revistas de fútbol, su familia y el trabajo. había aprendido correctamente el italiano, el ingles y se defendía con el francés. Tenía una buena vida, realmente su estatus era mejor que el de cualquiera de su clase, se había casado y tenía un hijo. Pero en su cabeza siempre daba vuelta la idea de volver a Chile.

II

El rumor corría por todos los rincones, los habitantes de la villa “los Aromos” estaban asustados por el regreso del Tomate, a pesar del tiempo nadie se había olvidado del episodio de la Cancha del Juventud, las aminitas moradas eran las encargadas de recordárselo a los vecinos.

Al Jonás, le cargaba que le llamaran Tomate, más aún por su significado y por todos los problemas que le había traído. No era culpa suya ser rubio, blanco y de los ojos azules, como tampoco lo era su fealdad, y no parecerse a los galanes de Hollywood. Siempre que lo llamaban “Tomate” se agarraba a puñetes, hasta que se le pasó la mano. Jonás se había Transformado en un Asesino, en un choro de temer, pero también en un chiste, en un Tomate Asesino y en esa época no soportaba que nadie se riera de él.

Por eso cuando Carlitos “Garrafa” el capo de la droga en el puerto, lo humilló en público, todos conocían el desenlace. Pero nadie esperaba que fuera para el clásico entre Juventud y el Atlético Torino, la cancha estaba colmada de personas, Banderas moradas y verdes se peleaban el cielo de esas cuatro esquinas, la hinchada alentaba a los equipos y los jugadores daban lo mejor de sí en el campo y todo se quebró cuando se escuchó el primer disparo.

Él escapó con rumbo a España porque sabía que se venía la mano pesada, pero nunca pensó que su familia sería la que pagaría por su errores. Dos de los cinco hermanos del Jonathan habían sido acribillados por orden de Carlitos “Garrafa”.


III

Cuando Jónas llegó al puerto después de su largo viaje, se contactó con su viejos amigos y los invitó a un restauran del centro. Algunos no lo reconocieron, su cuerpo era más grueso, su cara había adoptado un duro semblante y su modales habían adquirido un peculiar refinamiento. Él pensó que su transformación incomodaría a su invitados, pero no fue así, él les entregó a cada uno de los presentes un pequeño obsequio y tomaron hasta el amanecer como en su tiempo de adolescencia.

El ambiente de tensión que se vivía en la villa tenía a todos con la piel erizada. Las canchas de Baby-Futbol estaban desiertas, los niños y los jóvenes se alejaron de ellas como si en ella se respirara aire venenoso. Los Soldados y vendedores, deambulaban por la población y cuidaban sus esquinas, estaban con los ojos bien abierto y las armas cargadas. En su cuartel Carlitos “Garrafa” no quería ser sorprendido, así que se contactó con gente de Santiago para comprar Armas y contratar un par de guardias. Preparó su Merecedes Benz para viajar rápidamente a la capital. Al salir se despidió con un abrazo de su Mujer.

“Muere Peligroso Delincuente”...su cuerpo acribillado fue encontrado en un auto Mercedes Benz a los pies del cerro Renca. Así informó un diario capitalino la muerte de Carlitos “Garrafa”.

Los carabineros caminaban con sus perros por el aeropuerto, él ojeaba el diario, mientras esperaba el llamado para abordar el vuelo 433 Madrid - Santiago. Se sentía nervioso, con una ganas tremendas de tomarse un whisky. Conversó con un caballero de habla inglesa, él lo escuchaba distraídamente, quería subirse pronto al avión, realizar rápidamente todos los tramites y abordar. Deseaba con ansías volver a casa, a pesar que los objetivos del viaje se cumplieron, él no se sentía mejor.

viernes, julio 08, 2005

¿Solo un Niño?

Llego con toda la resignación del mundo a la sala de clases del sexto año A. Para esta jornada tenia preparada una actividad que no me provocará tanto desgaste físico y mental. Me demoro lo de costumbre en tranquilizar a los alumnos, los cuales no dejan de gritar y saltar por todos los sectores del aula. Levanto la voz y reprimo hasta que se callan. Explico como se lleva a cabo el proceso independentista Chileno acentuando los factores externos e internos que dieron origen a la emancipación de nuestra nación. Para reafirmar estos conceptos, los hago dibujar un graffiti que represente los anhelos de libertad de los criollos. Los alumnos me piden a gritos que los deje ir a trabajar afuera de la sala, -como buen profesor- le contesto que sí.

Extrañamente la clase camina de maravilla, todos dibujan a conciencia su afiche. Dialogo relajadamente con algunos alumnos. Me siento feliz por el relativo éxito de la jornada, de la admirable responsabilidad y motivación que están mostrando los energúmenos de siempre.

Mientras recorro el patio la profesora del quinto A, me pide que me acerque a ella.

- Hola Profesor Roberto- dice la profesora Patricia- ¿quiere sorprenderse?.

- si, por supuesto, para eso estamos, para sorprendernos de los alumnos- digo tratando de mostrar seguridad.

-Profesor Roberto, le Presento a Elías Messina.

-Hola Elias, es un gusto conocerte- digo cortésmente.

Y estrechamos nuestras manos como caballeros.

-Elías como tiene los tobillos el Profesor- dice misteriosamente la Profesora Patricia.

El muchacho de tez blanca y ojos dormidos, me mira los tobillos lentamente, piensa unos breves segundo y me dice:

“usted tiene los tobillos gastados. Tiene los huesos gastado de los tobillos.”

- ¿tiene solo un tobillo gastado?- dice la profesora.

- no tía Paty, tiene los dos tobillos gastado, es más tiene una pequeña inflamación en la rodilla izquierda.



Era verdad, hace menos de un año había sufrido una rotura del tendón de Aquiles, producto de una descompensación muscular y al desgaste de los tendones por el mal cuidado de lesiones anteriores y a sucesivas tendinitis. Un pequeño dejo de sorpresa se deposita sobre mi piel erizada. El muchacho tenia razón, el último diagnostico del doctor Ramírez al entregarme el alta, era que tenia los dos tendones gastados, y en esos momentos tenia mucho más dañado el tendón izquierdo que el tendón recién operado.

- si tienes razón Elías.


Miro a los ojos a Elías, tiene un gesto en el rostro que lo hace distinto, no es paz, tal vez sea la ausencia de miedo, no lo sé, lo único que percibo es algo especial que lo circunda y no tengo claro cuál es la causa.

- ¿Profesor Alberto, está sorprendido?- dice la tía Paty.

- No demasiado tía Paty- contesto tratando de parecer tranquilo.

- Haber profesor, de la vuelta y muestre su espalda al niño- dice la tía Paty tratando de convencerme de lo especial que era Elías.

- Aquí en la espalda, si que tiene la escoba- dice el niño con sorpresa.

Ahora si que me descubrió, el niño vio mi secreto más oculto, que fui victima de una decena de puñaladas. El corazón se aprieta al sentirme desenmascarado.

- ¿y que tiene el profesor, Elías?- dice la tía Paty.

- bueno aquí, en esta zona tiene el disco de la columna gastado y esa vértebra está inflamada.

Durante toda la semana había sufrido de insistentes dolores de espaldas, especialmente cuando estaba demasiado tiempo sentado o de pie.

Elías lo había logrado, me convenció, estoy cagado de miedo, doy completa validez a su palabras. Y lo peor es que inmediatamente volvieron los dolores de espalda.

Al despedirme la tía me dice que Elías era un niño Índigo.

Me despido caballerosamente del muchacho, como si nada hubiera ocurrido.

En el almuerzo expongo el tema a mis colegas, y la Tía Eva la mayor de la Planta de Docentes, me comenta algunas de la misteriosas características de Elías, la que más me llama la atención, es que el jovenzuelo tiene la capacidad de hablar con los espíritus de personas que ya han abandonado este mundo. Un silencio recorre la sala, un silencio frío como una amenaza.

Al terminar mi jornada, tomo mis petacas, y salgo directo a sacar un bono para visitar al médico.

miércoles, julio 06, 2005

Sólo Las Calles

Las calles son testigo triste
del pasar indómito del tiempo,
en ella camina sólo
la sospecha,
austera y nostálgica.
Buscando con su mirada taciturna
Los recuerdos.
Al pasar los pasos
¿El cemento me devolverá
los sueños?
Las ansias de tocar tus pechos
Y decirte al oído
El anhelado misterio.
Secreto a voces
del insondable deseo,
comunicar con mis manos
lo que con los labios
no puedo,
por qué sólo las calles
saben cuanto te quiero.

sábado, julio 02, 2005

RECUERDO VELADO DE UN ALCOHOLICO . ( segunda parte y Final.)

A veces recuerdo esto con vergüenza, por qué hacer chiste del desvalido, que estúpidos éramos, si uno debe reírse de alguien debe ser de los afortunados, aunque Santiago decía que lo nuestro no era una burla, sino un homenajes para esos ebrios desamparados, aun así su respuesta no me convencía.

Siempre me he cuestionado como podíamos pasar de lo sublime a lo vulgar, recuerdo una noche que estuvimos bebiendo con Santiago y Alejandro, con los diarios que los botiqueros envolvían las botellas de licor confeccionábamos unos barcos de papel que lanzamos encendidos a un canal de regadío y veíamos como se consumían en su lecho, conversamos de filosofía clásica, de los presocráticos y de los problemas del ser, y momentos después les robábamos a los jóvenes figuritas de Discotecas los autos de Papá para dar una vuelta por ahí y dejárselos estacionado en otro lugar. A veces me sentía orgulloso de estos recuerdo y otras veces simple ignominia, lo único que tenía certeza que me gustaba caminar por las calles con mis amigos.


Después de deambular por la callejuelas céntricas de Peñaflor, siempre terminábamos en el puente de “la Fama”, ese era nuestro bar al aire libre, la morada de nuestras reuniones etílicas de fin de semana, en él conversábamos de nuestros proyectos, de cómo nos iba en el primer año de Universidad, de las mujeres, de peleas, de nuestras hazañas seudodelictuales y cuando estábamos muy aburridos hablamos de Fútbol. Pero lo que no faltaba nunca era la historia de Karfulen. No sé cómo, pero siempre se las arreglaba para salir al ruedo. Talvez porque era del barrio, y aparecía imprevistamente como un fantasma. Me acuerdo una vez que paseaba a un kiltro blanco con manchas negras que le faltaba una pata trasera, o la ocasión que Karfulen pololeaba con una viejita alcohólica que carecía de todos su dientes delanteros, que arrastraba unas mantas sucias como una bruja de cuentos medievales, pero eso a él no le importaba, caminaba tomado de su mano sin complejos, hasta la besaba lerdamente en sus labios partidos por el vino. Para Santiago él era un ídolo y cargaba a Gabriel diciéndole – mira hueón hasta Karfulen tiene una vida sexual más activa que la tuya- comentario que sacaba risa en todos, menos a nuestro amigo.

Una noche Karfulen llegó al puente de la Fama como si fuera unos más de nosotros, saludó cortésmente y pidió un trago, Santiago alzó su brazo ofreciendo la botella, nuestro invitado bebía y Santiago nos hizo un gesto que todo estaba bien, en ese instante comprendí lo que venía, el no siempre comprendido instinto de “Alfredo Lamadrid” de Santiago. Comenzó con preguntas triviales, y no sé si fue su talento de entrevistador o el ardor del licor, pero el viejo comenzó a hablar y a contarnos cosas de su vida, pero de todo lo que relataba comprendíamos sólo la mitad, por eso, Gustavo y Alejandro fueron a comprar más pisco, en una de esa la embriaguez nos permitiría comprender el dialecto “karfulinguistico”.

-Mie , ute, me ve aquí, curao, tomondo a su lao, pero iono jui siempre achi, uhho un tempo en que yo tanbién jui una penosa honraá, túe familia y un guen trabajo- dijo Karfulen

-¿Y donde esta su familia?- preguntó Santiago.

-se jueron.

- ¿y no ves a nadie?

- mi miji... hhija, ela he profeso... ra- dijo karfulen con sus ojos enrojecidos.

La historia de Karfulen era como la de muchos borrachos, que acongojados y llorosos contaban su testimonio en televisión en programas de reportajes o de ayuda a la comunidad. Igualmente nos tenia hipnotizado, esta no era una historia que habíamos inventado para animar nuestras veladas, esta extrañamente sonaba a verdad, aunque la mayoría de los borrachos cuentan cualquier cosas con tal de tomar un trago. Nadie podía recordar tantos detalles si fuera mentira, pegarse saltos temporales a diestra y siniestra, fue tanto el vértigo y trapósidad de sus palabras que nos había convencido.

Bajó la cabeza y encendió un nuevo cigarrillo, fue el impulso que necesitaba para continuar su relato, para ser sincero no tenia nada de extraordinario. Era una crónica más de un paseo de familia, donde Karfulen paseó en bote junto a su hija en un lago del sur, esa fue la última vez que ella le dijo que lo quería.

De esa noche no recuerdo mucho, como lo podría hacer, tanto licor, palabras inconexas, se presentan como una muralla insalvable para el recuerdo, además la lengua traposa de Karlufen llamaba al olvido.

Pero recuerdo su rostro, los surcos de su cara, el gesto de pena y arrepentimiento que tenia su cara al hablar.

Recuerdo su ojos llenos de riachuelos de sangre, que cruzaban un marco amarillo, que absorbía las lagrimas que abundaban en su plasma y que se cerraban con el humo azul de los cigarros.

Recuerdo que tuvo una hija, a la que veía esporádicamente.

Y recuerdo que Karfulen no era el hombre orgullosamente borracho que yo pensaba.

viernes, julio 01, 2005

RECUERDO VELADO DE UN ALCOHOLICO . (Primera Parte)

La noticia tardó en llegar y la mayoría de nosotros lo supimos el viernes cuando nos juntamos a beber. Karfulen murió, el martes en la madrugada.

En su honor brindamos con un trago de Pisco al seco. Recordamos su caminar y algunas de sus historia. El Alejandro nos contó que lo había visto el lunes en la mañana durmiendo a la salida del Bar “el valle Verde” con una viejita, cubierto sólo con una par de mantas pertenecientes a la veterana, porque hasta donde sabíamos Karfulen tenía casa.

- ¿y como murió?- dijo Santiago.

- De frío supongo- dijo Alejandro- sólo sé que lo encontraron el jueves a orilla de un puente, la gente pensaba que estaba durmiendo la mona, pero cuando paso un día completo tirado ahí, llamaron a carabineros.

Ni siquiera me acuerdo el día en que lo conocí. Sólo estaba ahí en los alrededores de la plaza con un cigarro en la boca y su singular caminar, al acecho de una limosna. Nosotros también pululábamos por ese sector, de ahí partíamos a la botillería del “Pozze Latina”, en ese trayecto nos acostumbramos a toparnos con “Karfulen el Ñaña” que como gato aparecía de la oscuridad para arrebatarnos unas monedas.

Nunca supe como se llamaba, todos le decían así, nadie realmente se lo cuestionaba.

Según Gustavo, el nombre de “Karfulen el Ñaña” nació de la frase – Carculen Niños, que no tengo ni una monea para tomar- que era utilizada por él viejo para pedirnos dinero.


Para nosotros, él era un chiste, una imagen idealizada del estilo de un glorioso borracho misérrimo, con su paso cansino levemente cojo, su mano izquierda anclada en el bolsillo de su pantalón, mientras en la otra jugueteaba con un cigarrillo. Parecía estar en un sempiterno estado de meditación. A pesar de su precariedad siempre se la arreglaba para estar limpio, a veces usaba una boina o sino un gastado sombrero de trapo, ese detalle nos llamaba poderosamente la atención, forjando una serie de historias en nuestra imaginación.

Con él paso del tiempo Karfulen se transformó en el alma matter del borracho victorioso y orgulloso que nosotros queríamos representar, un tipo que había superado todos los limites, una especie de James Bond de la mendicidad, siempre ataviado con una clase poco vista en las cantinas de mala muerte.

Inspirados en su imagen habíamos inventado un chiste interno en nuestras jornadas de bebidas, una especie de sección televisiva que se llamaba la “fachión’s kaña” donde discutíamos de los estilo de vestir de los borrachos pordioseros, sobre la calañas de hoyos que engalanaban sus calzados y de los pupurries de ropas viejas, trapos, camisas y otros géneros que colgaban de los abandonados como adornos de un árbol de Navidad, de ellos, él referente indiscutido del glamour tufiento era Karfulen con sus vestones de lana ( que lo usaba hasta en verano) y su bufanda negra preocupadamente atada al cuello como un viejo tangueros del arrabal. El también era nuestra epifanía nocturna, que nos alertaba que el futuro también nos podía jugar una mala pasada, pero a pesar de ellos teníamos la posibilidad de llevar nuestras heridas y miserias con dignidad.