lunes, agosto 29, 2005

Noche... No me Digas mi Amor (Primera Parte)

Después del trabajo Jorge, Gonzalo, Javier y Esteban se dirigieron a un bar de plaza Nuñoa. Pidieron un pitcher y unas empanaditas de queso. El lugar comenzaba a colmarse de parroquianos. Era fin de mes y se notaba que la gente estaba ávida de diversión. Los cuatro compañeros de trabajo se tomaron el pitcher y se devoraron las empanadas de queso sin realizar comentarios. Volvieron a pedir una nueva ronda de cerveza y empanadas. En el budlitzer sonaba una canción desconocida, que hablaba de ligues y diversión. Esteban observó a su alrededor como un joven tomaba cerveza y escribía algo en una pequeña libreta de color negro, él suponía que debía estar esperando a su novia y para matar el tiempo escribía un poema o unos de esos tristes pensamientos que hablan de la vida, el amor y que tanto le gusta a las mujeres. Esteban pensaba en Ximena y el por qué de su tensa relación, a veces le gustaría ser como el muchacho de la libreta negra y empapelarle la pieza con versos románticos, pero no puede.

Soltó el primer botón de su camisa y se sacó la corbata. Gonzalo se levantó de su asiento, va donde la mesera y le pidió dos pitchers, pero esta vez sin empanaditas. Gonzalo debería estar en casa, le había prometido a su señora que el viernes irían al supermercado a hacer las compras y después prepararían una rica cena. Pero no pudo resistir la tentación y aceptó la invitación de sus compañeros de trabajo.

Javier observaba al Gonzalo como servía los vasos, Javier no tenía nada mejor que hacer que tomar cerveza, a él le importaba poco si era con sus compañeros de trabajo o si estaba solo en casa viendo videos mientras comía galletas y degustaba una copa de vino. Él era un tipo raro, podría pasar meses encerrado en su departamento navegando en Internet.

Casi se tomó el vaso al seco, Jorge siempre hacía lo mismo, acostumbraba a ser el primero en emborracharse. Después que la cerveza llegaba a su cabeza comenzaba a hablar de fútbol y recordaba sus tiempos en que era una estrella del balompies. Jorge había jugado en las divisiones inferiores de la Unión Española, y fue una especie de héroe de su población, ahora jugaba en la tercera serie de un club de barrio de la Florida y no podía ocultar su prominente barriga.

Gonzalo le dijo a Jorge que podrían organizar un asado con la gente de la oficina, Esteban les preguntó sin iban a invitar a las minas del departamento de finanzas o serian sólo los cuatro con sus respectivas parejas, Gonzalo le contestó que sólo los amigos de la oficina, ósea ellos cuatro, talvez el negro Julio y el chico Sarmiento, y todos con pareja. Alusión afectaba directamente a Javier. Nadie dudaba de su sexualidad, (tampoco nadie dudaba que tenia un carácter de mierda, difícil de comprender) de hecho Javier era famoso por una anécdota que se desarrolló en un complejo recreativo cuando se efectuaron actividades deportivas del aniversario de la empresa, en esa ocasión se folló a la Karina unas de las minas más rica de la firma, Javier sin decir palabra sólo con su atractiva y picara sonrisa, tomó de la mano a Karina y la llevó a un camarín, cerró la puerta y tuvieron sexo, la gente que pasaba por el lugar se alejaba ruborizada por los gemidos de la mujer, después vieron salir a Javier del camarín sin inmutarse, en cambió Karina casi se murió de la vergüenza. Al recordar ese episodio de la vida de Javier, todos se rieron, menos él. Jorge le golpeó la espalda y le dijo buena campeón, mientras bebía los últimos sorbos de su vaso. Javier los sorprendió a todos, se levantó de su asiento y con voz firme dijo: señorita me trae otro pitcher.

Él pensaba que Ximena pronto se iría de casa si no hacía algo para detenerla. Esteban tenía claro que debía cambiar pero no sabía como,era cierto, ya no era un jovenzuelo que tiene toda la vida por delante, acababa de cumplir treinta uno y la gente de su entorno siempre le preguntaba cuando se iba a casar con esa adorable mujer que siempre lo acompaña. Hay algo que Esteban sabe con certeza y es que no quiere casarse, pero también esta seguro que no quiere dejar a Ximena. Él bebía su cerveza y buscaba al joven de la libreta negra, este no es encontraba por ningún lado, parece que se había ido.

Jorge ya borracho contó como una vez le hizo tres goles a Colo-Colo, levantaba las manos, gesticulaba, y volvía a repetir, “yo le hice tres goles al Colo, al mismísimo Ariel Salas, ese que jugaba en esa famosa sub. 17 de Chile que fue tercera en el mundial infantil de Japón, la de Neira y Rozental”. Gonzalo lo miró resignado y se preguntaba quién chucha era Ariel Salas. Javier escuchó el futbolístico monólogo de Jorge y al mismo tiempo coqueteó con una señorita que estaba sentada en la mesa del frente. Javier vuelve a sorprenderlo a todos por segunda vez en la noche, se levantó decidido de su asiento, alzó la mano y dijo: ¡señorita mesera me trae otro pitcher por favor! .

Para cambiar el tema del fútbol y de las hazañas deportivas del Jorge, Gonzalo comenzó a hablar de la Susanita y de lo rica que era. Susana Mardones era la mujer más linda de la oficina, tenía un cuerpo descomunal, un largo pelo castaño que siempre llevaba tomado y acostumbraba usar vestido de colores, que dejaban al descubierto su graciosa figura. Esteban movió las manos dibujando en el aire un trasero hermoso y comentó las cualidades anatómicas del culo de la Susana, según él ese trasero era para quererlo toda una noche. Con un vaso en una mano y con un cigarro balanceándose entre sus dedos Jorge vociferaba que él le haría cinco goles en una noche a la Susanita, y no serian goles feos como los de un principiante sino que serían golazos dignos del Matador Salas. Gonzalo se cagó de la risa del comentario. El Javier con indiferencia dice que la Susana no es solo un poto, que también tiene un cuerpo hermoso, además era inteligente, que una mina como esa ofrecía una serie de posibilidades de diversión y placer. El Jorge se rió de él y le dijo, “buena, vos él más hablador y sociable”. Javier le respondió diciendo que él era el único que tenía ciertas posibilidades de tener un romance con la Susana, Esteban se defendió diciendo que también él era el único soltero. Javier argumentó: “no se trata de eso, cuando estar casado ha sido un impedimento para meterse con una mujer exquisita como esa”. Todos quedaron en silencio por unos largos segundos. Tomó un sorbo largo y volvió a prender otro cigarrillo, Jorge se reclinó en su asiento y le dijo directamente a la cara de Javier, “mira en esto de minas tú eres como Marcelo Corrales, un goleador de equipo chico (Coquimbo Unido) y yo soy como Ronaldo, gordito pero un fenómeno, un galáctico”, y comenzó a reírse como un condenado, los demás también se rieron, hasta Javier.

jueves, agosto 25, 2005

Un Poema De Amor

Ayer recostado en mi recamara pensé en ti y fue tanta la pasión que sentí, que decidí dedicarte un poema.

Cabizbajo escribía en mi cuaderno, borraba y corregía el batallón de sentimientos que se agolpaban en mi mente.

En la oscuridad de mis cavilaciones, la noche se transformó en un río interminable. No podía pegar una pestaña por la ansiedad, mientras miraba el techo me imaginé mil veces el momento que te declamaba mis versos y a la vez te miraba a los ojos esperando una compensación de tu boca. A través de este gesto quería solucionar nuestras contrariedades, después todo sería mejor.

Y te encontré en el patio de Historia del viejo Pedagógico, justo como lo había pensado, y te miré a los ojos, pronuncié tu nombre justo en el momento que sacaba una arrugada hoja de cuaderno con mi sudado poema... y te leí mis versos.

Susana sólo atinó a abofetearme la cara. Se alejaba cuando gritó esas malditas palabras:

-¿Qué creís que soy... una Maraca? ...Hueón Maricón ...ándate a la mierda.

Y la Gente que paseaba por los jardines de esa antigua casa de estudio sólo me miraba.

lunes, agosto 22, 2005

Tardes de Cine

Irresistiblemente
la oscuridad cae,
la expectación brota,
el silencio se expande,
las imágenes
comienzan a rodar,
la soledad se desvanece,
el amor se pierde,
las heridas se evaporan
junto con las burlas,
el odio y la vergüenza.
Del piso azul alfombrado
se alzan los sueños,
las esperanzas,
las promesas vanas,
que se arrastran
hacia la luz de la calle.
En ella camino ufano
por la fragilidad del deseo,
irremediablemente satisfecho
por la sonrisa
de los risueños hombres ociosos.

lunes, agosto 15, 2005

Trasnoche

Su pieza estaba completamente desordenada, libros en el velador, arriba del televisor, a los costados de los parlantes del equipo de música y los infaltables suplementos del Mercurio del domingo desparramados en el suelo, junto a los calcetines sucios.

Alejandro descansaba sobre la cama sin hacer, observaba las noticias del canal público sin ponerle demasiada atención. A pesar que su situación se estaba volviendo insostenible, el no se consideraba un patán, sabía con certeza que esto era parte de la vida y que en estos momentos él no era un producto apetecido por el mercado laboral. Estaba preso y como buen reo debía cumplir su sentencia, para tales efectos, había desarrollado una rutina que cumplía fielmente durante toda la semana, en ella se contemplaban las siguientes actividades: salir a trotar después de cagarse de risa con los Simpsons, visitar el supermercado todas las veces posibles, leer especialmente textos de historia, pensar en su articulo sobre el movimiento obrero anarquista en Chile, ver películas, y sagradamente masturbarse al menos una vez por día.

A pesar que eran las nueve de la noche del domingo, él estaba resignado a la rutina que el día lunes le deparaba. Para cumplir los desafíos de la exigente jornada debía acostarse relativamente temprano. Una vez que sonara el reloj despertador, saltaría de la cama directo a la ducha, se asearía minuciosamente y se ensamblaría en su mejor traje, terminada esa ceremonia se sentiría seguros para salir a recorrer las calles en busca de empleo. Terminado el periplo de captación laboral, a eso del medio día y con los pies hechos polvos regresaría a casa para almorzar con su madre, leer el suplemento deportivo, ver alguna teleserie brasileña, mexicana, colombiana o venezolana, bueno, en realidad eso no le importaba demasiado porque las veía todas un poco, esos dramones solo eran la excusa para dejar transcurrir los minutos hasta que el reloj marcara las cuatro y media, pues a esa hora salía el pan caliente del supermercado. Cuando cogía el dinero de la cocina en dirección al “San Francisco”su rostro cambiaba, eran los momentos que más disfrutaba del día, y jornadas tras otra se preparaba para esa compra, en realidad le encantaba recorrer los pasillos pulcros y abarrotados de productos en busca de imágenes de guapas compradoras ocasionales, mujeres comunes y corrientes, de belleza cotidiana y alcanzable arrastrando sus vidas en un carro metálico. Él atesoraba esos paseos, pero el clímax lo alcanzaba cuando le correspondía cancelar su compra en la caja, Alejandro sacaba el billete de su bolsillo de manera descuidada como si en sus pantalones tuviera muchos de aquellos, al momento de entregarle el dinero le acariciaba suavemente su mano, esta triquiñuela no la realizaba con todas las cajeras sólo con sus favoritas.

Él tenía planificada la ruta para visitar los posibles puestos de trabajo reduciendo al mínimo la perdida de tiempo y optimizando al máximo los recursos para pasajes. Fue a buscar unas tostadas con té y se sentó a la orilla de la cama, mientras veía el FutGol, en esos momentos suena el teléfono, él sintió un suave temor, tomó el auricular y contestó:

- ¿Aló quién es?

- Hola hueón soy el Santiago.

- ¿Que huea pasó?, Me mandé alguna cagada ayer cuando fuimos a la casa de tu novia - preguntó Alejandro- asustado por alguna culpa que desconocía.

- no hueón, vos las cagadas te las mandáis siempre, pero ayer no fue así.

- ¿y que hueá pasó?

- Es que ahora van a dar una película increíble en el 13, “el hombre que amaba a las Mujeres”, esa que te había contado hace un tiempo cuando estábamos tomando en la Casa Rodante con El Negro.

Él tenia comentarios superiores de esa película, sabía que si la dejaba pasar tal vez nunca más la vería. Además no sería la primera vez que asistiría trasnochado a buscar pega.

Cuando comenzaron los créditos, Alejandro se percató que la película estaba dirigida por Francois Truffaut. Solamente había leído comentarios de ese cineasta y de los maravillosos filmes que había rodado en su carrera, como “Los cuatrocientos golpes”. Eran pasado las dos de la madrugada, el televisor prendido y ahí estaba él observando como un hombre amaba a las mujeres y las dejaba compulsivamente hasta el momento de su muerte. Pero el hombre a pesar de sus tintes machistas no fue tan malo, en el fondo ese cara dura veía la vida como un gran poema, y todas las mujeres querían ser un verso de algo bello, eso queda demostrado por el sequito de amantes agradecidas, dolidas, afligidas, apesadumbradas, y entristecidas que asistieron al cementerio a depositar su cuerpo en la tierra viva.

A pesar que él protagonista de la película estaba obsesionado con las mujeres y justificaba sus momentáneas posesiones carnales con argumentos inverosímiles pero llenos de candor y encanto, pues dentro de sus excusas el sólo complacía esa necesidad femenina del goce y el dolor. Alejandro pensaba distinto, él creía que las mujeres eran como un océano, incomprensible, a veces benévolas y otras furiosas como una tempestad y dentro de ese orden los hombres éramos embarcaciones que flotábamos en ese gran devenir de sentimientos.

En esos momentos Alejandro quiso ser como ese excéntrico casanova de cara tosca. Soñó en la posibilidad de amar a todas sus cajeras y no conformarse con tocarle delicadamente la mano cuando estas le entregaban el vuelto. Y pensó que en la mujer estaba su salvación, que sólo ellas lo podían redimir. Pero la ilusión le duró poco, pues inevitablemente la historia de su última ruptura lo golpeaba con el cemento de la realidad. Él estaba dispuesto a tener encuentros ocasionales, pero una relación en estas condiciones no, sin dinero otra vez no.

El filme había cumplido tal como se lo había comentado su amigo. Alejandro había logrado escapar de su rutina, pensó en su pasado, se cuestionó su futuro, en él nacieron nuevas dudas que lo revitalizaron, se sintió con energía, pensó en fumarse un cigarrillo, pero eso lo desvelaría, así que se recluyó en el baño y reflexionó en como transformarse en “un hombre que amaba a las mujeres”.

lunes, agosto 08, 2005

Las Fotografías.


Como decían su compañeros Rubén era un Joven píola, como cualquiera de su edad. Realizaba a tiempo sus actividades escolares, no molestaba a las personas de su entorno, evitaba compartir demasiado con los alumnos del colegio y lo que es más desconcertante, parecía no tener actividades extravagantes. Rubén vestía como un joven normal y circunspecto, distante de los habituales ropajes negros y desaliñados, alejado de toda la estética juvenil de moda, sin aros en los labios, narices y cejas, tampoco lucia tatuajes.

En los pasillos comentaban que la razón de su irremediable acto era una locura de amor, motivado por la urgente necesidad de perder la castidad. Pero su madre negaba esa hipótesis, pues nunca lo vio distraído mientras intentaba escribir alguna supuesta carta de amor, tampoco encontró fotografías de alguna compañera en sus revistas. Ni mucho menos algún nombre inmortalmente tatuado en la cara trasera de sus cuadernos.

Por eso cuando su madre lo descubrió ahorcado en la bodega de su casa, la noticia impactó a todo el pueblo de Talagante. Su cuerpo permaneció 24 horas colgado en el lugar que Rubén había elegido para su muerte, porque un domingo por la mañana es casi imposible encontrar jueces disponibles para constituirse en el lugar del suceso.

Su Madre estuvo meses tratando de comprender la drástica decisión de su primogénito. Visitó a varios doctores, comenzó a ingerir una cantidad apreciable de antidepresivos de última generación, a pesar que los medicamentos funcionaban, no podía evitar sentir su ausencia.

Después de su muerte uno de los principales pasatiempos de la Señora Helena era escudriñar en los rincones de la habitación de Rubén, a pesar que esa caja siempre estuvo anclada sobre una repisa, se demoró semanas en abrirla, pues intuía que ahí podía encontrar una verdad que a lo mejor ella no estaba preparada para aceptar. Su corazón latía lenta y profundamente, como los metódicos golpes de un Gong, sus ojos adquirieron una textura que se asemejaba a un cristal húmedo, ella posó una de sus manos en la tapa de la caja de cartón y la destapó decididamente.

La pequeña caja de cartón que antiguamente era el recipiente comercial de 10 CDS. No contenía ningún elemento revelador, solo se encontraban depositadas ahí unas dos centenas de fotos en blanco y negro recortadas de los diarios. Helena pausadamente se dispuso a observarlas una por una. Después las apiló en grupos:

1) En el primero estaban las fotografías relacionadas con las actrices de cine, entre ellas se encontraban: Drew Barrymore, Julie Delpy, Alicia Silvertones, Asia Argento, Audrey Tautou, Bridget Fonda, Irene Jacob, Juliette Binoche, Kate Winslet, Angelina Jolie, Winona Ryder, y Kathie Holmes entre otras.

2) Grupo dos, artistas: Stanley Kubrick, Bob Dylan, Jack Kerouc, Jorge Luis Borges, Robert De Niro, Jack Nicholson, Marlon Brando, Nick Drake, Lou Reed, entre otros.

3) Afiches de Películas: Toro Salvaje, Belleza Americana, El Resplandor, Perros de la Calle, Sonatime, Bleu, Blanc, Rouge, Amelie, La Naranja Mecánica, La Vida es Bella, la Otra Cara del Amor, El Padrino, y Las Vírgenes Suicidas.

4) grupos de Rock: The Clash, Ramones, Ac-Dc, Iron Maiden, Pixies, Nirvana, Mazzy Star, Radiohead y David Bowie.

5) Grandes catástrofes: un montón de imágenes sobre la Segunda guerra Mundial; La captura de Berlín, los campos de concentración, fosas comunes con miles de cadáveres de persona de Religión judía, escenas de las Batallas de Stalingrado y Normandía, y los últimos bombardeos de la guerra de los Balcanes.

Cuando la señora Helena se concentró en una fotografía de la entrada del ejército Rojo a Berlín su mente viajó hacia la figura de su marido, a Ella le molestaba sobre manera la actitud que había mostrado el Profesor Fuentes frente a la muerte de su hijo, distante, como si comprendiese las razones que motivaron a Rubén a adoptar tan lamentable decisión. El chacal Fuentes “apodo que lo distinguía en el colegio” siempre había incentivado la veta artística de su hijo, veían películas tardes enteras y no eran precisamente las de Disney. Ella por una minúscula fracción de segundo pensó que el culpable del insoportable martirio que padecía era su marido, por introducirle en la cabeza esas ideas raras, por mostrarle esas películas que no eran para jóvenes de su edad.


6) Fotos de Catástrofes Naturales: la erupción del Volcán Lonquimay, El tsumani del sudeste asiático, los huracanes de centro América etc.

7)Fotos de Crímenes ecológico: las muertes de los cisnes de cuello negro en el río Cruces en Valdivia, la tala de árboles en el sur de Chile, el incendio de las torres del Paine, los ensayos nucleares del atolón de Muroroa, la quema de los yacimientos petroleros de Kuwait y el lamentable accidente atómico de Chernobyl.


9) fotos pueblos abandonados: los indígenas aymaras después del terremoto. Los kurdos, los afganos, pakistaníes, iraquíes, y los niños hambrientos del centro de África.

10) fotos de criminales: Charles Manson, el Tila, Pinochet, Adolfo Hitler, Cupertino Andaur, el Mamo Contreras, Noriega, y G. Bush.

11) Fotos de personas desposeídas y abandonadas: una infinidad de vagabundos hambrientos de todas partes del mundo, los cuales parecían integrar la población de un país distinto y único en el planeta, donde no existía idioma, nacionalidad, bondad, solidaridad, ni las esperanzas, donde el sentimiento que los enlazaba era la penuria, el dolor y la necesidad amparada en el egoísmo.

La señora Helena al observar las fotos sintió una profunda tristeza, y más que descubrir respuestas que aliviaran su dolor, dentro de la caja encontró cientos de dudas. Pero al observar con cuidado el fondo del recipiente, -justo antes de Guardar las imágenes de papel de diario-, tropezó con un pequeño dibujo elaborado en lápiz de carbón con los suaves trazos de un bosquejo, en esa desamparada hoja de maquina estaban plasmados las últimas líneas de una vida, en ella se representaba a un joven muy parecido a Rubén, observando unas simples montañas, a los pies de un árbol que se ubicaba al costado de un solitario río que bajaba de una cumbre, y en su blanco cielo ausente de soles estaba marcada la siguiente frase: “Es Aquí donde se Encuentra mi Vida”. la Señora Helena no pudo hacer más que llorar desconsoladamente.

martes, agosto 02, 2005

Los Helados de Socrates.

Fue una sorpresa para todos cuando en el auditorio del colegio apareció un hombre de larga barba encanecida, pelo alborotado, vistiendo una túnica alba con una tela celeste cruzada en el pecho. El hombre se paró en una esquina y esperó sin decir nada, su aspecto era conmovedor, irradiaba una calma que llegaba a intimidar.

Había algo en ese caballero vestido a la usanza de los griegos antiguos que me era familiar, yo lo conocía de alguna parte, compartí esta sensación con David Soto que era vecino mío, a él también le parecía cara conocida, pero por más que pensamos no pudimos dilucidar el misterio.

El profesor Baeza, nos saludó, le ordenó a la Maria José que pasara por los puestos recaudando los 150 pesos que se habían pedido la semana anterior.

-Jóvenes tengo el agrado de presentar, a un querido amigo, él es Don Eugenio Barrientos. Quién hoy tendrá el gusto de representar para ustedes la “Apología de Sócrates”. - dijo el Profesor Baeza.

Nadie comprendía la emoción que invadía al profesor, él cual nos tenía acostumbrado a un trato distante, pero nadie le dio demasiada importancia a este hecho, al contrario nos venía como anillo al dedo, pues en tres días más debíamos rendir un control sobre la lectura de este libro.

Inmediatamente después de pasar la lista de asistencia comenzaron a suceder cosas que se mantendría en mi recuerdo por mucho tiempo.

-¿Profesor, Don Eugenio, va hacer una adaptación del libro?- dijo Cristián Romero.

-No Cristián; Don Eugenio tendrá el agrado de declamar de memoria todo el texto- dijo el profesor Baeza.

-¿Cómo se sabe el libro de memoria?- cuestionó Osvaldo Sepúlveda que era el más pelusón del curso.

- Así es Osvaldo.

La incredulidad se plasmó en todos los rostros de los alumnos del curso. Nadie podía creer que una persona se aprendiera de memoria un libro tan fome como ese. Todos necesitábamos una prueba que nos sacara de la duda. Don Eugenio que hasta ese momento había sostenido un silencio sepulcral, abrió la boca por primera vez.

-Si me permite el profesor Carlos podemos hacer una prueba, antes de comenzar la declamación.

-Sí – contestamos todos con un potente grito.

-adelante don Eugenio, la Clase es toda suya- dijo el Profesor Baeza

Don Eugenio, nos propuso un juego. Él elegiría una persona al azar, esta tendría la oportunidad de elegir una página cualquiera de la “apología” y él recitaría de memoria el párrafo que le indicaran. Todos estuvimos de acuerdo. Don Eugenio sin hacer demasiado aspaviento señaló a Gonzalo Conejeros, (que dentro el curso era el niño símbolo del onanismo) pidiéndole con amabilidad si podía decir un numero, este eligió la pagina 10, el párrafo cinco, a partir del primer punto seguido. Todos abrimos nuestros libros, pero antes que alcanzáramos a ubicar el párrafo don Eugenio había comenzado.

“A pesar de ello, explícanos, Meleto, de qué manera, según lo sostienes tú, corrompo yo a los jóvenes. ¿O es evidente que, de acuerdo con la querella que tú presentaste, al enseñarles que no creyeran en los dioses en que cree la cuidad, sino en otras divinidades nuevas, no afirmas que enseñando tales cosas yo corrompo? Lo afirmo, por cierto".

Todos quedamos asombrados, no existía duda que ese caballero era una maquina. Después de eso nadie se atrevía a cuestionar nada, en el auditorio no volaba ninguna mosca, estábamos todos hipnotizado por la presencia de ese extraño caballero. Con todo sosiego don Eugenio se posesiona en el Papel de Sócrates comenzando a declamar su apología frente a una masa de jóvenes atentos, que poco y nada conocía pensador griego.

“la impresión, varones atenienses, que os hayan causado mis acusadores, la desconozco. Yo, bajo su influencia, estuve a punto de olvidarme de mí mismo. Tal es la persecución con que hablaron. Sin embargo, para decirlo de una palabra, nada verdadero han dicho.”

Pero a pesar del magnetismo del orador, yo no podía dejar de pensar de donde conocía a este caballero. En mi memoria los rostros se trasladaban como rápidos aviones que surcaban los rincones de mi pensamiento, pinchando con prendedores el itinerario de mis recuerdos, cuando las rutas del mapa parecían acabadas, encontré la estación, su rostro, sus ropas, sus gritos y sus helados.

-David, ya sé donde conocemos a este viejo.

-¿Dónde Roberto?

-En el barrio, es el viejo Queno, el que vende los Helados San Lucia en su bicicleta con carrito.

-si me acuerdo de él, especialmente de sus largos y pronunciados gritos: heladitos a $100, tengo de Leche, chocolate, frutilla, lúcuma y de agua, tengo de piña, frambuesa, limón.

El 4º C matemático, escuchaba con atención el relato apasionado de don Eugenio, su representación llena de vida le otorgaba una claridad a la defensa de Sócrates que nuestras mentes inmaduras no podíamos rescatar en las paginas del libro.

“Pero ya es hora de partir; yo hacia la muerte, pero vosotros para seguir viviendo. Cuál de nosotros se dirige hacia un destino mejor es algo que está oculto, menos a Dios.”

Todo terminó con un gran aplauso, el Renato y el Hernán se pararon de sus butacas y le estrecharon la mano, el resto salió disparado al patio a disfrutar del recreo. Ordené mis cosas y lo observé como don Eugenio se retiraba del auditorio, grande, orgulloso, por la labor cumplida.

No fue el último encuentro que tuve con don Eugenio y tampoco con Sócrates. Al primero le compré Helados San Lucia, en el barrio y en la cancha del Torino, al segundo lo encontré en “La Republica” y en “El Banquete”.

Pero si recuerdo la última vez que vi a don Eugenio, fue en televisión, en el Programa “Éxito” de canal 13, poniendo a prueba su memoria con su luminosa apología, declamando como un poeta verso que nadie quería escuchar, excepto uno que otro loco, como yo.