jueves, abril 20, 2006

El Aula Bizarra (Segunda Parte)

Durante la tarde del sábado sufrí un pequeño ataque de ansiedad, que mejor que salir a beber unas copas con los amigos, volví temprano, con la intención de jugar fútbol el domingo y tener una gran actuación deportiva, talvez de esa forma me sacaría la tensión del cuerpo, pero en pleno encuentro deportivo tuve que salir por un dolor de estomago, mi equipo perdió, mi salida del campo de juego no se produjo por la ingesta alcohólica de la noche anterior. Según mi padre estos malestares eran producto de la presión de la semana, ya que presenté mi examen de grado el miércoles, terminando un proceso siete años, en el cual obtuve nota siete en la defensa de la tesis, no podía esperar menos calificación, estuve dos años escribiendo esa obstinada memoria sobre organizaciones de obreros anarquistas. ¡Ya soy un profesor titulado!, además debía adicionar el repentino ingreso al mundo laboral en el Complejo educacional Luis Durand de la comuna de Lo Prado, un colegio de fama conflictivo, para mi viejo esta era razón suficiente para tener hecho bolsa el estomago. Para mi madre la razón de mi malestar es más simple, me había agarrado una gripe de puta madre, según ella esto me sucede porque salgo de noche y llego a casa al alba. De la cancha llegue pasado las seis de la tarde con dolor de cabeza, garganta y estomago, por prevención pase a la farmacia por provisiones y llene mis bolsillos de aspirinas y antigripales, prendí el televisor como pude, improvisé en una hora las actividades de la clase y me acosté como a las nueve.

Siempre me dan mala espina los lunes, es una sensación que arrastro de mis días de escolar, ahora como profesor no existe ningún factor que me haga pensar lo contrario. Es mi primera clase de consejo de curso, no tengo que hacer, comento esta situación con el 4º G de especialidad Electrónico. Pregunto por el presidente de curso, no ésta, Arturo Segovia el vicepresidente del curso se hace cargo de la clase, craso error, es un payaso, su rutina despierta el entusiasmo de sus compañeros, de un momento a otro estos apacibles alumnos contenidos por la expectación del profesor reemplazante se transforman en verdaderos monos, comienzan a volar los papeles, algunos alumnos se golpean los hombros en señal de no se qué, esta conducta se contagia en todos, tengo que levantar la voz, grito en busca de silencio, me desplazo de un lado a otro, en un arrebato de fuerza tomo por los brazos a los jóvenes más hiperquineticos, y los siento en su puesto, pero mientras retenía a estos, otros se despiertan en armas y lanzan más papeles, con una furia inusitada los improvisados proyectiles dan violentamente en los rostros de los somnolientos, provocando una reacción mayor. Para detener la revuelta, pegó un grito y amenazó con anotar en el libro de clase, algunos alumnos me gritan que anote a los rebeldes, las cosas parecen volver a la calma, pero esta no dura demasiado, treinta segundos después vuelve a cruzar por los aires del aula un proyectil de papel directo a la cara de Mauricio Padilla, el joven de sonrisa fácil y cara de oso, se levanta enfurecido de su asiento, rápidamente lo detengo de los hombros y lo vuelvo a sentar.

-Anótelo profesor-, dijo Mauricio con su mejilla roja.

-es que no vi quién fue, ¡pero tu también haz lanzado papeles, así que siéntate y no reclames!-, fue lo único que pude contestar.

He terminado las clases de mi segunda jornada, con la voz gastada y con el libro de clases del 4º G lleno de anotaciones, pero aún queda más, debo asistir al consejo técnico de profesores. Al final de la Jornada de la mañana tomo un descanso para almorzar, me siento al lado de los profesores de Historia, entre ellos se encuentra el director del establecimiento (también profesor de Historia), a su lado esta el profesor de Lenguaje, este me pregunta en que colegio hice clases, yo le respondo que mi principal experiencia en mundo de la pedagogía fue el colegio José Gonzáles Vera, que se ubica en Avda. Ossa, comuna de la Reina.

-Lo ubico, es un colegio que parece casa particular y queda al frente de un cine- dice el Profesor de Lenguaje.

-El mismo Profesor.

-en ese colegio van puros alumnos que son desechados por otros colegios del barrio alto-, dice con seguridad el Profesor de Lenguaje.

-Yo asentí con la cabeza.

-¿No van puro vagos y delincuentes como es te colegio?-, dice el director mientras esboza una sonrisa entre mascada y mascada.

-En ese momento tuve la certeza de que los días que vendrían no serian fáciles.

Los profesores de dirigen a la sala 39, las mesas se encuentran ordenadas en forma de circunferencia, en los primeros pupitres resalta unos pequeños letrerillos con los nombres de los profesores jefes de los cursos del primer ciclo de enseñanza media, estas fondean un altar integrado por la mesa principal, destinadas a las autoridades del establecimiento, a su espalda hay una pantalla de data show en la cual se visualizan las estadísticas de la última prueba Simce, cuyos resultados han bajado con respecto al año anterior. Es una tragedia para las autoridades del colegio. Los docentes se acomodan en sus posiciones, me arrimo a un rincón y trato de pasar desapercibido, desde ahí observo todo con distancia, en realidad este no es mi primer consejo técnico pero es el más concurrido al cual haya asistido. Es raro observar a cincuenta vejetes gastados por las batallas pedagógicas. La jefa de UTP con su pelo cano, recita frágiles argumentos sobre la importancia de nuestro compromiso pedagógico con los jóvenes de la comunidad escolar, situación que esta directamente relacionada por el bajo resultado del colegio en la última prueba Simce. La señora de UTP amenaza que vamos a perder la excelencia académica, ¡bla, bla bla! La situación comienza a ponerse tensa, los profesores hacen sus descargos. Pero lo más interesante de todo es ver como algunos de los docentes reproducen las mismas actitudes de los alumnos en los salones de clases, algunos viejos duermen a destajo en sus pupitres, otros conversan y la mayoría escribe garabatos en sus agendas, los únicos que toman las banderas de las batallas son los profesores de Lenguaje y Matemáticas, los cuales se sienten injustamente atacados por lo resultados obtenidos en las mediciones gubernamentales, argumentan que sólo ellos cargan el peso de los resultados, y que el resto de los docentes se muestra indiferentes antes los desafíos que les plantea el Colegio. Según mi opinión, tienen razón, cada profesor actúa como un pistolero renegado del viejo oeste, acompañados por sus pistolas y una botella de whisky a medio vaciar en el morral. Por lo mismo, los profesores Lenguaje y Matemáticas siguen defendiéndose. Salud por ellos, y disparo mi revolver al aire, total a resto le da lo mismo.

lunes, abril 10, 2006

El Aula Bizarra (Primera Parte)

Serán sólo seis días, -dijo el director-, no pregunté por el sueldo, sólo acepté. Me presento el día viernes a trabajar. Cruzo por un pasillo y doy de frente con una sala, en su interior se encuentran cuatro señoras, me visualizan, me saludan, me acerco tímidamente, me preguntan lo típico, ¿de qué Universidad venia?, ¿Mi nombre?, ¿Dónde vivía?, -conteste sus preguntas, haciendo hincapié que vivía en Peñaflor-, a los Santiaguinos les parece exótico que uno viva fuera del cordón urbano, eso te da un aire de sacrificio, que provoca simpatía en la gente, nunca he sabido el porqué pero lo aprovecho. Me siento en un sillón frente a un televisor y espero que toquen el timbre.

Los profesores comienzan a ocupar la sala, se mueven de un lado a otro, aprovechan el tiempo para hablar de temas triviales, graciosos, el resto se deslizan por la sala, toman y dejan libros de clases hasta dar con el correcto, dejan pasar los minutos. Llega un asistente del inspector y los motiva a que salgan al patio, algunos docentes lo ignoran, pero la mayoría acepta su realidad y sale en busca de sus cursos.

La formación se demoró veinte minutos, paso con el 3º A, en dirección a la sala once, los jóvenes caminan lentamente y revolotean por el pasillo del segundo piso, algunos me pregunta quién soy, yo los hago pasar y le contesto que ya responderé a sus dudas.

Los Jóvenes me observan, esperan que abra la puerta de la sala. Nervioso introduzco la llave en el candado, giro la llave a la izquierda y después a la derecha, no abre, algunas gotas de sudor aparecen por mi frente, los alumnos continúan observándome, ( ¿se cuestionarán lo torpe que soy con las llaves?, ¿ Pensarán que esa es una pequeña muestra de mi debilidad?), giro la llave con fuerza de una lado a otro hasta que el candado cede, me pongo de pie y con un sólo brazo levanto la barra de metal que atraviesa la puerta, me coloco a un costado, los jóvenes por fin entran a la sala.

¡Atención por favor!, mi nombre es Roberto Carballo, soy profesor de Historia del Pedagógico y reemplazaré a don Claudio Martinez, él sufrió una angina, a los que se preguntan que es eso, les cuento que es una obstrucción a una arteria coronaria, o sea, del corazón. El tiempo que reemplazaré a don Claudio depende de su recuperación, talvez sean seis días o un mes, eso no lo sé. Esa fue mi parca presentación, la cual repetiría con todo los cursos en que asumiera la cátedra. Después de este primer acercamiento lo de siempre, pasar la lista, disfrutar la calma, y desarrollar la actividad pedagógica planificada. En este caso no tenia ninguna, así que reviso sus cuadernos para mí sorpresa no tenían materia escrita, miro el libro de clases, está en blanco. Les hablo de Historia, trato de motivarlos con mis apreciaciones. Acordamos un pacto de no agresión, ellos conversan en sus puestos y yo intento solucionar el dilema de la planificación de los contenidos, el cual se presenta como una monstruosa muralla, en dos días, debo armar material pedagógico para recuperar el tiempo perdido del mes anterior, en casa pensaría que haría para la próxima clase. Por ahora me rasco la cabeza, mientras ellos conversan, dibujan y escuchan personal, no queda otra alternativa que pasearse por la sala, vigilar y tratar de conversar con los alumnos.

Segundo bloque de la mañana y me enfrento a un ataque de risa de un alumno del 3º H, su nombre es Johan, lo llamo al orden, pero sigue riendo junto a su compañero, le pregunto la causa de su risa, pero sus carcajadas no paran, no me queda más remedio que echarlo de la sala de clase. Pienso que esta acción me asegura el respeto del resto del curso, pero el compañero de asiento de Johan continua con la risa, lo miro a la cara y observo un gran chichón que cubre la mitad de su frente, esta anomalía cutánea resalta aún mas con su pelo tieso y puntiagudo.

¿Cuál es su nombre joven?

-Carlos Vásquez, profesor.

-por favor salga de la sala-, digo calmadamente.

Inquisitivamente observo al curso, están es silencio, simulo una anotación en el libro de clases, me dirijo hacia la puerta, enfrento a los dos jóvenes risueños, estos ya habían dejado de reír, sus rostros están rojos, miran al suelo y tratan de esbozar una disculpa, con mi mano trato de atraer su atención y conciliar un silencio que me permita ordenar las ideas.

-¿Por qué te reías?

- lo que pasa Profe es que se estaban burlándose de usted.

-¡Pero eran ustedes lo que se reían de mí!

- es que no lo pudimos evitar profesor.

- ¿bueno y que dicen mí?

-lo que pasa Profe, es que usted se parece a Chocman.

-¿y eso es todo?- digo desilusionado.

(Para tratar de llegar a un consenso, y mostrar mi benevolencia improviso un discursillo celebre sobre la telorancia y el respeto).

Saben, yo como profesor respeto a todos los alumnos, a ustedes les he demostrado mí respeto y por esa razón exijo el mismo trató. No me costaría nada burlarme de usted y de los alumnos en general, porque debo estar sobre esas pequeñeces, para darle un ejemplo (señalo con la palma de mi mano la humanidad de del primer risueño) estoy seguro que le hacen bromas por su nombre, Johan.
-Si profesor- dice Johan.
Yo podría utilizar esa situación para intimidar al curso, pero eso no lo haré ni usted ni con nadie, yo no me aprovecho de las inseguridades ni de los defectos de los alumnos.

Espero que escuchen con atención estas palabras, para mí lo más importante al interior de la sala es el respeto y espero que no rompan esta regla, porque tendré que tomar medidas.

- Si profesor, disculpe, no lo volveremos hacer- dicen los dos jóvenes.

-Bueno, espero que su comportamiento cambie, porque en una segunda ocasión no seré comprensivo. ¿Queda claro?

-¡Sí profesor!- contestan arrepentidos los jóvenes.

-Espero que se comporten mejor de ahora en adelante, porque para mi seria fácil tomar represalias y mandarlos a la inspectoría y anotarlos en el libro, pero esa no es la idea.

- ¿estamos de acuerdo?

-Si profesor- responden cabizbajo los alumnos.

-disculpe profesor, no era nuestra intención- dice el joven del furúnculo en la frente.

-¡Les voy a creer!, por favor vayan a lavarse la cara y vuelvan a clases.


Después de mi mensaje redentor, las palabras de estos niños asumían un eco en mi cabeza, esas vibraciones me molestan de sobremanera, escucho una y otra vez sus voces monocordes diciéndome ¡sí profesor!, ¡Sí profesor!, ¡Disculpe no era nuestra intención!, Sus disculpas me ofenden más que sus risas, a pesar de observar un genuino arrepentimiento en sus ojos, sus ¡sí profesor! Me llenan de una sensación de vacío que no puedo ignorar.

La gracia de este inesperado vacío me revela sorpresas, no llevo ni cuatro horas en el colegio y ya fui bautizado con mi primer mote, Chocman, en cierto sentido es gracioso, en verdad me parezco a ese famélico súper héroe de los biscochos cubiertos de chocolate, mi cuerpo es delgado, y poseo una prominente nariz, al igual que el susodicho, en lo único que se equivocaron mis nuevos alumnos es que no usó malla, tampoco antifaz, además soy mucho más musculoso y guapo que ese enclenque monigote de los comerciales. Pero mis conclusiones a ellos les importan un carajo, ya dictaron sentencia, no queda más remedio que padecer la condena de ese apelativo.

Terminé mi primera jornada, cada uno de los cursos que tomé durante la mañana me presentó una situación similar a la anterior, carencias de contenidos, de interés, y problemas conductuales. La rutina sólo es quebrada por los desagradables detalles, que para cosas de convivencia
estudiantil no son detalles, son situaciones de vital importancia.

viernes, abril 07, 2006

La Gitana (Remix)

Me senté en una banca del parque Forestal y esperé. Al atardecer un grupo de vecinos y nanas conversaban amenamente mientras sus mascotas corrían por el parque. Los finos canes juegaban alegremente ante las complacientes miradas de los transeúntes que sonreían enternecidos al observarlos. Nervioso miré el reloj. Las gitanas deambulaban por el sector interrumpiendo a las parejas que se besaban recostados en el pasto. Una de ellas se me acercó y me preguntó si deseaba saber mi suerte -contesté que no-. Al marcharse supe que nunca más volvería a ver a Mariana.

lunes, abril 03, 2006

Profesores ( ¿sobrevivientes?)

servir, camina de la mano del castigo,
del menosprecio,
de la ira solapada,
de la envidia de los ojos cansados
que reflejan la herida del alma,
castrada y atrofiada,
por el fulgor que escapa de los edificios.

Espíritu véngame
Por el dolor padecido
Que aún sangra de mis ideales,
Que aún sopla de mis yagas,
carne que se cocina en mi sangre.
Con mis últimas energías,
Lanzo mis alaridos de desagravio,
A pesar de mi partida,
No he sido derrotado
.