martes, mayo 30, 2006

EL Aula Bizarra (Quinta Parte)

La estación San Pablo del metro, es la primera de la zona poniente de la capital, los carros parten vacíos, se abren las puertas, y las pocas personas que esperan en el anden suben a los vagones, me siento frente a la puerta, coloco mi mochila en el asiento de al lado, respiro hondamente y siento el cansancio en mis músculos. Observo la ventana que está al acostado de la puerta mecánica, en ella se refleja mi rostro, centro mi atención en mis ojeras, parecen que cada viaje que hago éstas se pronuncian más en mi cara, el viento que entra por las rendijas del vagón mueve mi cabello, no luzco bien, nadie a mi alrededor parece lucir bien, ¿será la hora?, ¿La rutina?, ¿El trabajo?, No sé, pero todos avanzamos al ritmo del tren. Las personas entran, se aglutinan y salen en cada estación, los que continuamos al interior del metro nos ignoramos, de vez en cuando nos miramos de reojo, lo importante es avanzar, es el karma del viaje, supongo, que como ciudadanos urbanos debemos ser obedientes con el ronronear incuestionable de la cuidad que nos arrulla en sus faldas. Me bajo del tren subterráneo para dirigirme al bus que me lleva a mi comuna, tengo sueño, me duelen los pies, camino por la estación, esquivo la gente, hago la fila, pago el boleto, me siento en el costado izquierdo del bus al lado de la ventana, y duermo hasta llegar a casa.



Mi voz apenas sobrevivió al día de ayer, tomo unas pastillas de papaya. En el salón, los profesores fuman, toman café, se pasean, algunos conversan, otros sólo fuman y toman café, yo sólo tomo agua y mis pastillas de papaya, ellos toman café y fuman, la pieza esta llena de humo, otros buscan libros de clases, tocan el timbre, y cada uno hace sus cosas, se toman su tiempo y salen al patio.

Susurro la lista del 3ºG, nombre por nombre, no me toman mucho en cuenta, pero eso no me quita el sueño, dejo fluir los acontecimientos, todos los alumnos están un poco programados a ciertos estímulos. Comienzo a escribir en la pizarra, y el silencio vuelve al aula, algunos alumnos me preguntan si se escribe en el cuaderno (escríbalo en la mesa, ¡no, menso! ¡En el cuaderno donde más!, Pero debo ser cortes) yo le contesto que si, doy instrucciones y me paseo por la sala, tratando de cazar las preguntas de los incautos, situación que me divierte, me encanta contestar sus dudas. Todo fluye. Fin de la clase.

Todo caminó sobre ruedas, hasta el tercer bloque. Me toca con los energúmenos del 4ºG, un curso de especialidad electrónica, son puros hombres y una mujer. Es un caos desde el principio, Padilla, Muñoz, Muñoz González, Segovia, el Negro Cáceres y el enano Gutiérrez, siembran la distorsión. Los perlas no quieren entrar a clases porque desean ver a las minas haciendo educación física, los convenzo para que entren. Mientras escribo en la pizarra se tiran papeles, los amenazo con anotaciones, pero no los anoto, no quiero, solo quedan dos días más, aunque sean unas bestias, no deseo manchar sus hojas, no es mi intención perjudicarlos, no quiero transformarme en juez en este parte. Como siempre Cáceres y el Boris Muños G. Se intentan golpear, yo los detengo, evito gritar, todo lo hago con señas, mi cabeza quiere explotar, sigue el vértigo. Otros alumnos en una esquina de la sala hablan de negocios (los negociantes del 4ºG se dividen en dos grupos, los Piratas, los cuales se dedican a la venta y distribución de películas, softwear y discos piratas, el segundo grupo son los Narcos, dealers del barrio, venden marihuana, pasta y jales), el confianzudo del enano Gutiérrez me ofrece mercancía, cogollos de marihuana, yo lo llamo a terreno, ¡ubíquese joven, soy el profesor!¡ Sabe que por una insinuación como esta lo pueden suspender del colegio!, Si profesor, -contesta Gutiérrez sin mostrar arrepentimiento-, entonces Gutiérrez no haga preguntas tontas porque le puede ir mal. Pareciera que estos jóvenes no le tienen miedo a nada, son cara dura, antes de entrar a clase el negro Cáceres le pedía a una niña de un curso de parvulario que dejara a su novio y se fuera con él, -¡yo soy un hombre, a mí no se me cae, estoy siempre firme!- dice Cáceres, estos hueones ostentan su supuesta hombría sin importarle quién está delante de él, y son más altaneros si se encuentran delante de las compañeras de otros cursos, yo sólo lo observo y les hago señas de calma cuando la situación lo amerita. Sin darme cuenta evito un intento de conato entre Boris Muñoz y un negro con peinado agro-metal, este último le lanza una patada, la cual da con el objetivo, me cruzo entre ellos, mi adrenalina sube, los separo, los otros compañeros me dicen que no tenga miedo, que no me urja, que todo es en buena onda, que los loco están jugando, que son amigos, si hasta trabajan robando juntos, yo me mantengo firme entre estos dos jóvenes, lo reconozco he perdido esta batalla, ¡quiero que toquen el timbre, ya!.

lunes, mayo 15, 2006

EL Aula Bizarra (Cuarta Parte)

Después de almuerzo, comienza la jornada de la tarde, me paseo por el patio en busca de las llaves de la sala Nº 11. Cada profesor tiene las llaves de su sala, es sistema americano, como en las películas gringas de high school o en la universidad, pero como yo soy “el reemplazante del profesor Claudio Martinez”, “el cual sufre una angina”, no tengo las llaves de su sala, (tampoco tengo plato ni servicios en el comedor de profesores, tampoco poseo casilleros, en fin no tengo nada), por esta razón, antes de comenzar toda jornada debo ir a la inspectoria a pedir las famosas llaves. En el trayecto hacia la inspectoria, me sucede un fenómeno que raya con lo paranormal, mejor dicho con lo anormal, los alumnos se acercan a saludarme, como si fuera una estrella de rock aclamado por sus fans, es más, algunas alumnas cuando paso a su lado suspiran y las más atrevidas directamente me tiran piropos, nunca me había sucedido un fenómeno así, ni en mis mejores momentos, esta situación me hace sospechar de todo, ¿serán burlas camufladas? ¿Cómo decirle a alguien evidentemente feo que es lindo?, ¿Talvez tengan sus valores trastocados? ¿Estarán drogadas?, Mejor no darle vuelta al asunto y sigo avanzando por el patio plagado de alumnos.

La formación demora veinte minutos, igual que la jornada de la tarde, el inspector de la mañana grita y trata de ordenar a los alumnos, pero estos no lo toman demasiado en cuenta, el anciano inspector Aravena ya no tiene las fuerzas de antes y los longis lo notan, algunos paradocentes ayudan a formar a los cursos, en esos momentos descubro una imagen enternecedora, entre las formaciones de dos cursos perfectamente alineados, se encuentra sola una jovencita, de apariencia desvalida, a su alrededor sus compañeros se mueve y conversan, pero la niña se mantiene inmóvil, sus manos cuelgan entre cruzadas, ella mantiene la mirada fija en el suelo, distante de todos, la joven de radiante tristeza tiene el rostro deformado, la nariz desviada hacia la izquierda, los ojos con los párpados caídos, su piel tiene la textura de las quemaduras, sus ojos son húmedos, como si recordará lo perdido, parece que viviera en un constante estado de éxtasis generado por una emoción que sólo ella conoce, la luz del sol de otoño la cubre de una luminosidad que la empapa de una frágil belleza, su imagen me provoca un universo de sensaciones, ¿pienso en las ideas que cruzan en ese momento por su cabeza?, Ensimismado en ella me detengo en sus zapatos, están perfectamente lustrados, son unos viejos zapatitos de charol, tienen una tirita de cuero que cruza por su empeine, recuerdo a todas las niñas de mi infancia, me arrebata unas ganas de sacarle una foto e inmortalizar ese momento, robarme esa imagen y mostrársela a todo el mundo, me gustaría compartir ese momento, pero no tengo esas facultades, al darme cuenta que ese instante no se volverá a repetir, me conmuevo, mi primera sensación fue de tristeza al sentir como se escapa la belleza, pero poco a poco esa sensación se va transformando en nostalgia, mis ojos se humedecen, me resisto y me lleno de energía, parto a clase con las fuerzas que me faltaban.

El día parece interminable, nos juntamos en la sala 12 todos los profesores de Historia para la reunión de departamento. Somos seis, cinco varones y una dama, nos sentamos en círculo. La conversación es amena, pero no me integro a ella, pasa media hora y no me preguntan nada, hacen como que yo no existo, lo cual me hace sentir cómodo, de un momento a otro parece que se sintieron culpable y decidieron hacerme una pregunta, esta causo mi asombro, realmente no me la esperaba.

-¿cuál es tu partido político?

- no tengo.

-¿pero no eres de la UDI?

-claro que no.

-¿pero cuales son tus ideas políticas?

- Soy anarquista, -conteste secamente.

Después de esto no hicieron más preguntas, parece que no le gustó mi broma. Me ignoraron y siguieron hablando del manejo político de la comuna y como se articula el poder docente en ese ámbito, además especulan sobre el futuro escenario para las próximas elecciones de alcalde.

Por fin terminó mi jornada, los martes son malos, pero el miércoles que se avecina es peor. Angustiante trabajo pedagógico, sin descanso, de ocho de la mañana a ocho de la noche, sin ventanas. Marco la tarjeta y me despido de las secretarias.

lunes, mayo 01, 2006

EL Aula Bizarra (Tercera Parte)

Pero en estos momentos descubro algo, yo no soy distinto a esos vejetes, también me he sorprendido escribiendo garabatos en mi viejo cuaderno de memoria, no sé porque, pero lo hago. Estos son:


Los nudillos
Del viejo profesor
Son cómplices de los muros
Que se vanaglorian
De su impotencia.

Desde su pupitre,
Sus dedos
Dibujan mensajes
Que bailan al son
De las malas miradas.

En el aula,
Su espalda se enfrenta,
A la desidia
De rostros flagelados,
Por la inocua frialdad
De las calles sin nombre.

Las voces jóvenes,
Descansan en los oídos,
Que lo acompañan,
Ellos son la lapida
De la tumba silenciosa,
Donde residen las esperanzas
Del viejo profesor.

Dejé fluir las palabras, las imágenes sin ninguna pretensión, sin afanes de trascendencia, ¿si es poesía? No me interesa, lo que importa es desahogarse, estaba aburrido, y encontré esta solución. Talvez estas palabras sólo tengan sentido para mí, es como hacer una clases sin planificación, es enfrentarse a una manada sin miedo de ser aplastado, es peor, es asistir a una reunión sin la obligación de asistir, donde tu figura esta sólo asegurada por el miedo a no encajar con tus pares, así es. No sé porque algunas situaciones me ponen sensible o mejor dicho insensible. Termino el Consejo Técnico, es momento de partir.

El martes a primera hora el Director acompañado por el Inspector General interrumpen mi clase de cívica con el 3ºA, no es la mejor forma de empezar la mañana, me piden un minuto, como negárselo, adelante –dije, con indiferencia-, para mí sorpresa los mandamases no vienen a dar una información, vienen directamente a reprimir.

Jóvenes las cosas nos cuestan demasiado, para que ustedes las rompan- dice el director enojado-, ahora quiero que los alumnos que estaban rayando el vidrio de la sala con un esmeril, sean bastante hombrecito y salgan adelante. Frente al silencio de los alumnos del 3ºA, el Director reacciona, ¡sí yo los vi!, ¡Desde la calle!, No pude ver su rostro por el reflejo del sol, pero estoy seguro que fue en esta sala. El director apunta al final del aula y dice, -ustedes cuatro a mi oficina-, se levantan de sus pupitres los cuatro jóvenes del fondo con sus mochilas, cargado en su espalda la amenaza de expulsión si no delatan a los culpables, los mandamases me dan las gracias, y se retiran con sus sospechosos. Silencio estrectral, todos se miran, ¡que cagada!, si hasta el momento el curso se comportaba de excelente forma, cómo me traicionan, no lo puedo creer, esto no es muy bueno para mi condición de profesor reemplazante. Me paseo por la sala, y observo sus rostros, sé que debo decir algo, que mi misión es orientarlos en el buen camino, ¡já, já, já!, como si supiera cual es el buen camino. Justo el día antes, en el consejo técnico el Director habían hablado de los continuos atentados a los inmuebles del colegio y que los profesores teníamos la obligación de identificar y castigar a los alumnos sorprendidos en estos actos, las medidas debían ser ejemplificadoras, para estos caso se recomendaba derivarlos a la inspectoria. ¡Que encrucijada!, ¿Debo orientarlos desde mi experiencia?, ¡Pero no me gusta hablar de mí!, Me da la impresión, que al contar parte de mí vida, estoy trivializando mi experiencia, transformando mí sufrimiento, mí angustia, y contradicciones en un cliché moralizador, ¡Nunca me gustaron los clichés!, Mis recuerdos son algo muy intimo, para que sean ignorados, no me gustaría que ellos se trasformaran en material de burla de mis alumnos. Los jóvenes esperan palabras mías, no hay remedio, debo actuar.

¡Atención jóvenes!, ¿Saben lo que me molesta de ustedes?, Es que piensan que los profesores somos unos marcianos, unos monjes tibetanos, pero muchos de nosotros pasamos por las mismas pellejerías que ustedes, deberían atreverse y confiar más en sus maestros.
Yo también fui joven, me embriagué en las calles, caí preso y pase la noche con desconocidos borrachos en un calazo con olor a orín, me aburría en clase de Historia, lance piedras a carabineros, robé almacenes, me agarré a combo en las calles por simple diversión, besé y amé a mujeres sin compromiso y hasta fui apuñalado por una manga de pasturries, ¡pero salí adelante!, ¡ Hice algo productivo con mi viva!, ¡Ahora soy profesor!, Porque de joven siempre albergue secretamente el interés de conocer y cultivarme- sin importar lo que pensaran los demás-, porque no me agradaba que los adultos me mintieran, porque me gustaba caminar a la contra, porque anhelaba ser una persona conciente y creo que lo logré.

Pamplinas, no puedo decirlo, ¿quién soy yo?, Un cura, un mormón con traje y bicicleta dispuesto a vender mi religión, no quiero transformarme en eso. Aprovecho la estructura del sistema educacional y me cobijo en el doble estándar, lugar donde todos los profesores poseen vidas ejemplares, carentes de un pasado oscuro. Como muchos sólo hago lo que puedo.

Jóvenes, no los estoy acusando, pero si los cargos levantados por el Director son ciertos, y alguno de ustedes es culpable, sería una verdadera vergüenza. Muchachos deben darse cuenta que la Escuela será una de las pocas oportunidades que van a tener en la vida para rodearse de cultura y deberían aprovecharlo. Deben dejar de ser auto complaciente y asumir la responsabilidad que tienen con la vida y tratar de ser mejores seres humanos, y para ello deben educarse, dejar la flojera aun lado, no pueden esperar que todo se lo de hecho el profesor o sus padres, ustedes solos pueden educarse, aprovechen el tiempo y lean, lean mucho, lo que sea, escriban, desarrollen un discurso propio, rebélense ante la ignorancia o siempre van a marcar el paso. Les doy algunos ejemplos, que les pueden servir de inspiración. Los atentos rostros de los alumnos me asustan, pero su silencio es música para mis oídos, -enjoy the silence como la canción de Depeche Mode-, continúo mi clase de cívica sin inconvenientes.

El resto de la mañana se deslizó apaciblemente, lo único que atentaba contra ese equilibrio era mi voz, cada vez más tenue y forzada, cada palabra se trasformaba en una odisea, los sonidos emanaban desde mí estomago en una extenuante maratón hacia mi garganta, en ese lugar se producía una congestión donde los sonidos perdían toda coherencia, lo que salía a la superficie era una alarido suave y desgarrador, similar a una plegaria, raramente esa vibración captaba la atención de los alumnos, como si presenciaran una espectáculo donde la muerte era el juez de todos los acontecimientos pero que nunca dictaba un veredicto, era lo más parecido aun encantador de serpientes, por lo menos así me sentía. Fueron unas clases excelentes.



Me carga enojarme antes del almuerzo. Un mocoso desagradable y tonto de nombre Cristián Pílquiman del 3ºA logra ganarse mi desprecio, el tipo molestó e interrumpió toda la clase, le llamé la atención y le dije que era la última vez, pero me contestó mal y lo anoté en el libro de clases. Hasta ese momento todo era normal, la clase se desarrollaba en completa calma, pero al finalizar Cristián me fue a buscar a la inspectoria.

El desfachatado me exige explicaciones por la anotación. No me hago problema, se las doy.

-¿Profe usted no sabe lo que hizo? –me dice en tono desafiante.

-Claro que sí, te anoté, porque no me dejabas desarrollar mi clase.

-no sabe que por esa anotación me pueden expulsar del colegio.

- no sabia Cristián, pero ese problema lo podemos solucionar fácilmente-, digo conciliador.

-¿y como?, Pregunta alterado.

-Mira, si tú te comportas bien en las pocas clases que quedan, te coloco una anotación positiva, diciendo que haz mejorado tu comportamiento y rendimiento en la sala de clases.

- ¡esta equivoca’o Profe!, ¡Yo no voy a mejorar mi comportamiento!, ¡Yo no cambio, yo soy igual en todas las clases!

- bueno ese es problema tuyo, ¡porque yo soy un hombre hecho y derecho! Y si tu piensas que yo voy a cambiar mi carácter por ti, estas equivocado, eres tú el adolescente, tú tienes la oportunidad de cambiar, si no lo haces ahora después va a ser más difícil que lo logres, yo te doy una alternativa, si no la toma, es problema tuyo.

- no pasa profe yo no voy a cambiar. Además usted no sabe lo que hace, - dice Cristián en tono amenazador.

- ¡en eso te equivocas tú!, Yo sé lo que hago, - respondo sereno.

Pílquiman se retira con cara de ogro, chispeando los dedos.