martes, julio 25, 2006

EL Aula Bizarra (Novena Parte y Última)

Llego más temprano que de costumbre, uno a uno, comienzan a llegar mis compañeros de trabajo, los saludos sentado en la mesa de profesores, con el libro de curso al lado, esperando tranquilo el momento, concentrándome en mi labor. Una profesora prende un cigarro, su melena rubia adquiere movimiento y su nariz aguileña se inclina hacia mí, sus ojos cafés se elevan observándome, pienso en ella, hubo un tiempo que esta profesora debe haber sido súper atractiva, aún mantenía cierto encanto a pesar de los kilos de más y que las grasas que se depositaran en su trasero, pero lo que más me llama la atención de ella son las fluctuaciones de su personalidad, a veces parece un ogro indiferente, distante y frió, pasando por el estado de una persona normal con obligaciones, en otras ocasiones parece un ángel drogado, de accionar hiperquinético, movimientos graciosos y de risa a flor de piel. Esa mañana la profesora de melena rubia interpretaba el último de sus personajes.

-hola profesor, ¿cómo estas?- dice mientras fuma un cigarro.

-bien, podría ser peor.

-¿Por qué es animo? - dice acercándose.

-la razón es que me tocan cuatro horas con el 4ºG, y para las dos horas de consejo curso no tengo nada preparado.

-¿el 4ºG electrónico? ¡uuummmmm!- dice frunciendo el ceño.

-si el mismo- digo resignado.

-he escuchado que ese curso es terrible.

-pero tengo la impresión que todos lo cursos electrónicos son problemáticos- digo meditabundo.

-Si tienes razón. Yo cuando comencé a hacer clases en este colegio, los cursos electrónicos me provocaban pavor, las clases me parecían interminables, los canallas me hacían llorar, una vez reté a un alumno, este se paró frente a mí y me dijo: “Profesora porque le pone tanto color, yo tengo una pieza al otro lado de la calle, si quiere arreglamos este problema en la cama como hombre y mujer”. Puta que me hicieron llorar esos huevones.

Justo cuando la historia se coloca ardiente e interesante tocan el timbre, la profesora de melena rubia y nariz aguileña como si nada apaga su cigarro, agarra su libro y parte al patio, sin hacer conclusiones ni moralejas. Yo trato de hacer lo mismo, pero primero paso al baño para el último pichicito antes de comenzar.

Siento ansiedad, quiero comenzar pronto las clases, pero al mismo tiempo deseo que los alumnos se demoren lo máximo posible en la formación, ojalá que falten a clases los alumnos más complicados, ¡quédate en la casa durmiendo, Cáceres, Segovia, Padilla y los Muñoz!, Pero poco a poco comienzan a llegar todos los longis, al único que no diviso es al Boris Muñoz, bueno algo es algo. Para colmo de males el inspector despacha pronto a clases a todos los cursos sin ceremonias ni perdidas de tiempo.

Abro la sala, los alumnos entran en ella y se acomodan en sus asientos, meten ruido pero el normal, me distraigo un poco y un alumno prende el televisor que descansa en un estante al lado del pizarrón, todo el grupo comienza a gritar y a saltar, desenchufo el televisor para decepción de la audiencia, comienzo a pasar lista con cara de enojado, al terminar les cuento mi situación laboral, les confieso que no tengo nada preparado para la clase de consejo de curso y orientación, después pregunto si hicieron la tarea de geografía, les recuerdo que es con nota, los jóvenes me preguntan ¿que tarea?, Yo gentil les refresco la memoria, le digo, bueno jóvenes los que no hicieron la tarea, en este bloque pueden hacerla. Coloco el mapa en la pizarra y comienzo a pasar clases de geografía. Sólo siete alumnos ponen atención, el resto conversa y la mayoría ocupa el tiempo en dormir, mientras contesto las consultas de los alumnos que están realizando su tarea, me paseo por la sala y respiro el hedor a alcohol, escucho los ronquidos de los jóvenes trasnochados, el curso ogro esta adormecido por el carrete de las fiestas de semana santa, el león esta drogado, mejor dicho padece es paz su resaca, me siento en mi escritorio y vigilo a la bestia.

Toda moneda tiene su reverso y la del 4ºG es el 4ºA, en este último curso es un agrado hacer clases –por lo menos para mí-, es un grupo pequeño, 17 alumnos, mixto, con variedad de caracteres, con distintas tendencias musicales, no son muchachos pasivos, también tienen un espíritu rebelde, pero se dan el tiempo para escuchar, o en el mejor de los caso, se interesan por lo que yo digo en clases. Me siento cómodo con ellos, por esa razón les confidencio mi situación laboral y que esta es mi última clase con ellos, entrego las actividades y comienzo a guiar el proceso educativo.

Tres alumnos del 4ºA llegan atrasados, les pregunto por su pase de entrada, me dicen que no lo tienen, -entonces bajen a la inspectoria a buscarlos- dije enojado. Se cierra la puerta, salgo detrás de ellos, les cuento que es una broma, que no hay necesidad de un pase, que estoy de buen humor porque es mi último día, ese es el motivo por el cual no iba a tomar medidas. Después de un agradable silencio la alumna Camila Cea junto con Carlos Alberto Pérez me preguntaron por qué no me quedo haciendo clases en el colegio, que ellos son capaz de organizar una huelga junto a otros cursos, le digo que gracias pero que el curso es del Profesor Claudio Martinez y yo no soy ningún ladrón de Trabajo, -Profesor, yo le pego un golpe de kárate y lo mando a la clínica por dos semana- dijo el alumno de apellido Cornejo, -y yo le regalo una bomba de arrollado de huaso con papas cocida, mayonesa, con unas longanizas y chunchules para que se le vuelva a tapar una arteria al guatón-, dijo Carlos Alberto Pérez provocando la risa de sus compañero. Pero los jóvenes insisten en convencerme, -Profesor Roberto quédese en el colegio, repiten los alumnos en un coro que parece no parar, -gracias, pero les voy a ser sincero, yo no quiero quedarme en el colegio- digo seriamente. Jóvenes no me quedo en el colegio principalmente por razones económicas y por horario (mentí), porque tengo otros proyectos que quiero realizar este año y el hacer clases en forma continua no me lo permitiría. Silencio, continuó la clase.

La ultima clase es con el 4ºG, tomo el camino fácil y los engaño, llamo a cinco alumnos para que me muestren su tarea, yo sé que ninguno de ellos la había hecho, entonces le digo que si no la terminaban antes del final de la clase los anotaría y les pondría un uno, jóvenes tendrán cuarenta y cinco minutos para realizarla. Los hago trabajar, la final les reviso el trabajo.

Es la hora del almuerzo, todos comentan con alegría que mañana martes llega don Claudio Martinez, pero evitan realizar demasiados aspavientos para no ofenderme, ¡qué equivocados están!, Yo estoy feliz, por la experiencia, por las heridas de guerra, por el cariño y por el próximo dinero que voy a recibir.

lunes, julio 10, 2006

EL Aula Bizarra (Octava Parte)

Por suerte había preparado material para las clases de la jornada de la tarde, sé exactamente que debo hacer para salir ileso de esa aula, estoy al limites de la afonía, el esfuerzo de la semana ha sido feroz, por eso le pido a una alumna que me pase la lista, la voluntaria es una morenita bien simpática, se llama Alicia Cerón, ella toma el libro, comienza a leer los nombres de sus compañeros, pero desde el mismo instante que la jovencita pasó al frente del cursos, sus compañeros se comenzaron a reír, les trate de llamar la atención pero mi voz me lo impedía, les hice un gesto de silencio y se callaron, yo no sabía lo que iba a pasar. Alicia tiene una voz desagradable, con un tono metálico que eriza los oídos, Alicia pronuncia los nombres como un alarido, sus compañeros levantan la mano y fruncen el ceño como muestra de desagrado, un joven comienza a gritar ¡a los tomates, a los tomates!, Y otro alumno lo imita ¡a 100 pesos el kilo de papa!, En unos segundos el curso se transformó en una feria, y eso que Alicia no había alcanzado a pasar a la letra “J” de la lista. Fue la lista más insoportable de mi vida, pero no puedo decir nada, además me conmovió la buena disposición de Alicia, a ella no le importaba lo que gritaban sus compañeros, miraba el libro y lanzaba sus gritos, realmente se veía cómoda en mi lugar, al terminar de pasar la lista le di las gracias. Escribo las instrucciones en la pizarra, pero como no puedo expresarme en voz alta tengo que pedirle nuevamente a Alicia que actué como mi interprete, a través de ella les explico la actividad a los jóvenes del 2ºA.

Al terminar la clase con el 2ºA me dirijo cansado a la sala de profesores, en ella se encuentran tres profesores, hablan de la ineptitud de sus alumnos. En la cabecera de la mesa se encuentra el profesor de Matemáticas, un viejo de unos 55 años, bien llevados, con una actitud noble pero fuerte, él es quien lleva la conversación, encabeza una la lista de reclamos frente a sus improvisados auditores. El segundo docente es el profesor de Lenguaje, un caballero culto, con pinta de gerente de banco, lo que más me llama la atención de él es una ligera cuota de extravagancia, cuando almuerza emite desconcertantes frases de latín entre bocado y bocado, este tipo me simpatiza porque en el fondo sabe que todo esto es un juego y parece que nada le molesta. El tercer profesor es de ingles, un joven de unos 30 años, moreno, gordo, de sonrisa fácil y aspecto bonachón. El cuarto rey mago es el profesor reemplazante, él sin nombre, el fantasma de la sala de profesores. La conversación gira en torno a la desidia de los alumnos, de la paca importancia que le dan al colegio, al desinterés patético que muestran en la sala de clase, del poco conocimiento que poseen y de esa facilidad maldita que tienen para reclamar por cualquier cosa. Los ejemplos de estas manifestaciones brotan como la maleza, esta no es para nada una conversación alentadora, yo sólo los observo, por que hago tiempo para marcar mi tarjeta y partir a casa. Después conversan de las utópicas metas del ministerio de educación, con sus grandilocuentes comentarios para la galería y televisión, que para el año 2010 todos los alumnos debían salir del colegio hablando ingles, de los programas educaciones para enseñar chino porque vamos a firmar un tratado de libre comercio con ese país asiático, entre otras cosas, las conclusiones que sacó el viejo profesor de matemáticas fue que la ministra de educación del gobierno anterior una tal Mariana Aylwin era tonta, pero que el ministro Vitar es definitivamente un hueón, el profesor de castellano asintió, argumentando que los alumnos apenas saben escribir el castellano y van a manejar correctamente el ingles, ni pensar el chino, un idioma altamente complejo, con una cantidad asombrosa de caracteres, más de 80.000 y que un habitante nativo se demora Más de diez años en aprender a leer un libro. Lo único que saque en limpio de toda esta conversación que definitivamente los culpables de los problemas educacionales somos los profesores.

El día jueves más de lo mismo, los días comienzan a repetirse, solo las anécdotas bizarras lo identifican el uno del otro, la rutina aumenta con la experiencia, la mía es escasa talvez por eso me doy cuenta de este proceso, cada jornada que comienzo es algo nuevo para mí, pero está comenzando a cambiar mi percepción. Hoy lo único que me saco del orden fue que un alumno del 3ºF para variar un curso de especialidad electrónica, donde longerismo internacional domina el aula, me gritó mi mote en la cara. Lo fui a callar por que estaba haciendo ruidos con la boca, y le dije que si se creía Mac Fanton, (Ventrílocuo argentino que aparecía en los estelares martes 13 en la década de los 80 y principios de los noventas) el alumno talvez pensó que era una broma, se tapo la cara y me grito ¡CHOC-MANNNNNNN! Y el curso despertó en carcajadas, los hice callar, los encare diciendo que cuando uno asume la profesión de profesor sabe que los apodos son parte del oficio y que sus risas no me afectaban, dije algo más, pero no me acuerdo, solo queda un día más para que se acabe, para que tomarme la molestia si no me quieren escuchar. Mañana es viernes Santo, soy ateo, pero siento una felicidad enorme por la fiesta que se avecina.


El sábado salí a tomar un trago con unos amigos y les contaba mis anécdotas del colegio, ellos entre combinado y combinado me contaban que existía una película llamada el Reemplazante, me relataron pasajes violentos donde un profesor estilo Harry el sucio, o Charles Bronson disciplinaba a sus alumnos apunta de puñetes, patadas y incluso a balazos. La final de la noche, entre rancheras punks, boleros y rock, gritaba camino a casa, ¡yo soy el Reemplazante! ¡No te metas conmigo!.

Los domingos son terribles, de repente me derriba a la cama toda la angustia de las obligaciones, es el presagio de lo que no quiero enfrentar, jóvenes electrónicos gritando, molestándose y golpeándose, los padecimientos de un consejo de curso del infierno, dos horas agonías, lo único bueno es que enfrento el último día.