Fabiola era una adolescente que aparentaba una edad madura, no parecía tener 16 años. Usaba el pelo corto con un tinte azabache, sus facciones toscas y rectas le otorgaban un aire de seriedad y sus ojos otoñales de hojas secas una mirada melancólica. Sus compañeros la consideraban una adelantada en las materias del amor, aunque en su interior era una niña frágil y sensible.
Ella comenzó a tener problemas en el colegio, bajó sus calificaciones y mostraba una actitud apática y desganada, como si estuviera aburrida de las presiones de la vida.
La profesora Susana decidió llamar a su apoderada. Había descubierto una verdad que explicaba el drástico cambio de conducta de Fabiola.
La madre de Fabiola llegó temprano en la mañana a conversar con la profesora jefe.
Desde una silla de la oficina Fabiola observaba el lugar con la seguridad que iba a experimentar un momento desagradable.
La incomodidad y la tensión se sentía en la sala de atención de apoderados. La profesora jefe movía sus manos y la pasaba por su cabello. No sabía cual era la mejor manera de contar lo que sabía.
- Sabe señora María… tenemos problemas con su hija, ha bajado su rendimiento y cambiado su conducta- Dijo la profesora con un tono de voz implacable- Creemos saber cual es la razón de dicho cambio.
- Dígame qué pasa profesora, y no me asuste-dijo la madre angustiada.
- Su hija está saliendo con un enano.
-Fabiola comenzó a susurrar su llanto, las lagrimas brotaban de sus ojos, ella se las secaba con la manga de su camisa blanca.
-¿Con un enano de circo?- repitió la madre totalmente descontrolada.
- No señora María, con una persona de baja estatura, cerca del metro cincuenta- La profesora exageró la altura para calmar a la madre.
- Pero eso no es lo peor señora María… ese hombre pequeño es mayor de edad.
-¿Cuántos años tiene?- dijo la madre levantando la voz
- 30 años… pero eso no es lo más grave.
-¿Qué más grave puede haber?
- Es que... ese hombre sufre de vejez prematura, aparente unos 45 años.
- Chiquilla de mierda, cómo me puedes hacer eso- dijo la madre estallando en llanto.
-Cálmese señora.
- Cómo me pide que me calme si mi hija se metió con un vejestorio en miniatura.
- No es un vejestorio- replicó Fabiola- Es el hombre que amo.
- Cállate mocosa.
- Pedro me hizo mujer, me dio cariño, cosa que tú nunca hiciste.
- Chiquilla de porquería… nunca más volverás a ver la luz de sol, te voy a quitar el celular, y el computador, solo irás de la casa al colegio.
- Eso es lo que tú crees mamá.
- Por favor calmémonos- dijo la profesoras tratando de poner cordura y serenidad. La profesora Susana esperó que Fabiola y su madre dejaran de llorar para continuar hablando- mira Fabiola, lo único que tú puedes hacer es dejar a ese hombre, si no lo haces me veré en la obligación de denunciarlo a la policía y se irá preso, por estupro y abuso de menores. ¿Tú sabes como reciben los internos a esos reos?
-Sí profesora, sé.
¿Tú quieres que le suceda eso?
- No quiero.
Entonces tendrás que dejarlo y no verlo nunca más. Si lo vemos rondando el colegio lo denunciaremos.
La profesora se sintió más tranquila y aliviada al contar la verdad. Contempló el llanto de sus acompañantes, deseó llorar pero se aguantó y despido a la madre y a su hija esperando no volver a verla nunca más.
Ella comenzó a tener problemas en el colegio, bajó sus calificaciones y mostraba una actitud apática y desganada, como si estuviera aburrida de las presiones de la vida.
La profesora Susana decidió llamar a su apoderada. Había descubierto una verdad que explicaba el drástico cambio de conducta de Fabiola.
La madre de Fabiola llegó temprano en la mañana a conversar con la profesora jefe.
Desde una silla de la oficina Fabiola observaba el lugar con la seguridad que iba a experimentar un momento desagradable.
La incomodidad y la tensión se sentía en la sala de atención de apoderados. La profesora jefe movía sus manos y la pasaba por su cabello. No sabía cual era la mejor manera de contar lo que sabía.
- Sabe señora María… tenemos problemas con su hija, ha bajado su rendimiento y cambiado su conducta- Dijo la profesora con un tono de voz implacable- Creemos saber cual es la razón de dicho cambio.
- Dígame qué pasa profesora, y no me asuste-dijo la madre angustiada.
- Su hija está saliendo con un enano.
-Fabiola comenzó a susurrar su llanto, las lagrimas brotaban de sus ojos, ella se las secaba con la manga de su camisa blanca.
-¿Con un enano de circo?- repitió la madre totalmente descontrolada.
- No señora María, con una persona de baja estatura, cerca del metro cincuenta- La profesora exageró la altura para calmar a la madre.
- Pero eso no es lo peor señora María… ese hombre pequeño es mayor de edad.
-¿Cuántos años tiene?- dijo la madre levantando la voz
- 30 años… pero eso no es lo más grave.
-¿Qué más grave puede haber?
- Es que... ese hombre sufre de vejez prematura, aparente unos 45 años.
- Chiquilla de mierda, cómo me puedes hacer eso- dijo la madre estallando en llanto.
-Cálmese señora.
- Cómo me pide que me calme si mi hija se metió con un vejestorio en miniatura.
- No es un vejestorio- replicó Fabiola- Es el hombre que amo.
- Cállate mocosa.
- Pedro me hizo mujer, me dio cariño, cosa que tú nunca hiciste.
- Chiquilla de porquería… nunca más volverás a ver la luz de sol, te voy a quitar el celular, y el computador, solo irás de la casa al colegio.
- Eso es lo que tú crees mamá.
- Por favor calmémonos- dijo la profesoras tratando de poner cordura y serenidad. La profesora Susana esperó que Fabiola y su madre dejaran de llorar para continuar hablando- mira Fabiola, lo único que tú puedes hacer es dejar a ese hombre, si no lo haces me veré en la obligación de denunciarlo a la policía y se irá preso, por estupro y abuso de menores. ¿Tú sabes como reciben los internos a esos reos?
-Sí profesora, sé.
¿Tú quieres que le suceda eso?
- No quiero.
Entonces tendrás que dejarlo y no verlo nunca más. Si lo vemos rondando el colegio lo denunciaremos.
La profesora se sintió más tranquila y aliviada al contar la verdad. Contempló el llanto de sus acompañantes, deseó llorar pero se aguantó y despido a la madre y a su hija esperando no volver a verla nunca más.