domingo, marzo 22, 2009

Sandía



Cáscaras de sandía
luz de mediodía
tus labios rojos
besos jugosos
alegría y pasión
goloso corazón.

miércoles, marzo 11, 2009

Apocalipsis Facebook


Todo cambió cuando nació Mariana. La depresión post parto y su carácter hizo que su frágil relación con Mauricio se terminara de quebrar. Por esa razón ella tenía muchas ganas de salir de juerga, necesitaba distraerse, llevaba casi un año que no asistía a una fiesta. Elisa sentía que la rutina doméstica la estaba matando, que la envejecía secando su pasión, echaba de menos el sexo y la lujuria de las noches sin responsabilidades. Amaba a Mariana por sobre todas las cosas, pero sentía que algo faltaba en su vida, que había una parte de su ser que estaba vacía.


Lo pensó por varios días y decidió dejar a su hija con su madre, llamó por teléfono a Sara su amiga más cercana para salir de parranda, justo esa noche de sábado tocaba la Sonora de Tommy Rey en un Pub de Peñaflor, era la ocasión perfecta para bailar toda la noche. Elisa no esperaba remecer sus entrañas con el ritmo cadencioso de un joven amante y menos encontrar el amor, se conformaba con un par de tragos, sentir la música y bailar. Sólo quería sentirse alegre y joven otra vez.

Sara compró dos rones. Media más tarde Elisa compró dos rones más. Bailaron cumbias alegremente y Sara fue por otra corrida de tragos. Eso fue lo último que recordó Elisa.

Los rayos del sol golpeaban la ventana del living, en el interior de la habitación la temperatura superaba los treinta grados Celsius. Elisa despertó acostada en el sillón, sedienta y sudorosa, sin saber que había pasado, en el celular tenía 20 llamada pérdidas, dos de su amiga Sara y el resto de su madre. Como si fuera una misión titánica y épica logró subir las escaleras y con su estropeada voz llamó a su progenitora para preguntar cómo se encontraba Mariana. Su madre la regañó y le dijo que madurara, que ya estaba bueno de estupideces.


Elisa se sentía muy mal, pensó en desaparecer de la ciudad, incluso por su mente cruzó con agrado la idea de suicidarse, pero inmediatamente desecho la opción, su hija la aferraba a la tierra. Pensó en dejar los antidepresivos, ella sabia que esas pastillas con alcohol eran letales, mal viaje seguro en una noche cumbianchera, una bala en la ruleta rusa. Elisa sentía que era una basura, y que no tenía fuerzas para ir a buscar a su hija, pasó la tarde acostaba, aferrada a la almohada, gritando en silencio su desesperación, escondiendo su angustia. Se levantó al anochecer, cuando se sintió con fuerzas para enfrentar la vergüenza de enfrentar a su madre.

Fue una de las peores noches de su vida, y eso daba vuelta sin parar en su cabeza, “el que dirán” era lo que más le atormentaba, sentía que todos sus compañeros de trabajo la apuntarían con el dedo, acusándola de mala madre. Quienes eran ellos para juzgarla, nada, pero igualmente la situación la atormentaba.

Cuando llegó al trabajo, caminó con la frente en alto y orgullosa, segura de si, aunque por dentro llevaba una procesión y tenía el estomago agarrotado como si no hubiera comido en días. Distante de todos se sentó en su cubículo, prendió el computador, abrió su mail y después su facebook, en él encontró las fotos de la parranda del sábado, su amiga bastarda las había subido a la red. Elisa aparecía completamente borracha, su ojos no tenían fuerza, estaban completamente extraviados, su sensual blusa color crema se encontraba manchada con ron cola, y sus senos se asomaban expectante, en esos momentos apagó el computador, salió corriendo al baño con sus ojos húmedos y sintió que el mundo se caía a pedazos, que su vida socio-profesional estaba a punto de desaparecer, después de un rato tiró la cadena y salió del baño dispuesta a golpear a cualquiera que se cruzara por su camino.

viernes, marzo 06, 2009

Colegio Pobre




El estomago graso
las miradas punzantes
el complaciente hastío
los sueños aplastados
los amigos en las esquinas
las calles vacías.
En la otra acera
la rebeldía intelectual
la fortaleza moral
y la princesa rabia
del etiquetado sabio
que sabe, que ellos no saben
y no quieren saber.
Florece la angustia
al final de su corbata
respira el sudor del recreo
observa su pobreza
marcada en sus mentes.
Inquieto juega con las mangas
de su gastado vestón
que dibuja la violencia
que habita en su mente.
Y no es rabia de perro
no es rabia de ratas
no es rabia de murciélago
no es rabia de vacas
menos rabia de cerdos,
es la rabia de un profesor
que a veces naufraga
en sus ignorados sesos
porque no sabe que falló...