viernes, agosto 01, 2008

Trasnoche- "El Hombre que amaba a las mujeres"


TRASNOCHE.

Su pieza estaba completamente desordenada, libros en el velador, arriba del televisor, a los costados de los parlantes del equipo de música y los infaltables suplementos del Mercurio del domingo desparramados en el suelo, junto a los calcetines sucios.

Alejandro descansaba sobre la cama sin hacer, observaba las noticias del canal público sin ponerle demasiada atención. A pesar que su situación se estaba volviendo insostenible, el no se consideraba un patán, sabía con certeza que esto era parte de la vida y que en estos momentos él no era un producto apetecido por el mercado laboral. Estaba preso y como buen reo debía cumplir su sentencia, para tales efectos, había desarrollado una rutina que cumplía fielmente durante toda la semana, en ella se contemplaban las siguientes actividades: salir a trotar después de cagarse de risa con los Simpsons, visitar el supermercado todas las veces posibles, leer especialmente textos de historia, pensar en su articulo sobre el movimiento obrero anarquista en Chile, ver películas, y sagradamente masturbarse al menos una vez por día.

A pesar que eran las nueve de la noche del domingo, él estaba resignado a la rutina que el día lunes le deparaba. Para cumplir los desafíos de la exigente jornada debía acostarse relativamente temprano. Una vez que sonara el reloj despertador, saltaría de la cama directo a la ducha, se asearía minuciosamente y se ensamblaría en su mejor traje, terminada esa ceremonia se sentiría seguros para salir a recorrer las calles en busca de empleo. Terminado el periplo de captación laboral, a eso del medio día y con los pies hechos polvos regresaría a casa para almorzar con su madre, leer el suplemento deportivo, ver alguna teleserie brasileña, mexicana, colombiana o venezolana, bueno, en realidad eso no le importaba demasiado porque las veía todas un poco, esos dramones solo eran la excusa para dejar transcurrir los minutos hasta que el reloj marcara las cuatro y media, pues a esa hora salía el pan caliente del supermercado. Cuando cogía el dinero de la cocina en dirección al “San Francisco”su rostro cambiaba, eran los momentos que más disfrutaba del día, y jornadas tras otra se preparaba para esa compra, en realidad le encantaba recorrer los pasillos pulcros y abarrotados de productos en busca de imágenes de guapas compradoras ocasionales, mujeres comunes y corrientes, de belleza cotidiana y alcanzable arrastrando sus vidas en un carro metálico. Él atesoraba esos paseos, pero el clímax lo alcanzaba cuando le correspondía cancelar su compra en la caja, Alejandro sacaba el billete de su bolsillo de manera descuidada como si en sus pantalones tuviera muchos de aquellos, al momento de entregarle el dinero le acariciaba suavemente su mano, esta triquiñuela no la realizaba con todas las cajeras sólo con sus favoritas.

Él tenía planificada la ruta para visitar los posibles puestos de trabajo reduciendo al mínimo la perdida de tiempo y optimizando al máximo los recursos para pasajes. Fue a buscar unas tostadas con té y se sentó a la orilla de la cama, mientras veía el FutGol, en esos momentos suena el teléfono, él sintió un suave temor, tomó el auricular y contestó:

- ¿Aló quién es?

- Hola hueón soy el Santiago.

- ¿Que huea pasó?, Me mandé alguna cagada ayer cuando fuimos a la casa de tu novia - preguntó Alejandro- asustado por alguna culpa que desconocía.

- no hueón, vos las cagadas te las mandáis siempre, pero ayer no fue así.

- ¿y que hueá pasó?

- Es que ahora van a dar una película increíble en el 13, “el hombre que amaba a las Mujeres”, esa que te había contado hace un tiempo cuando estábamos tomando en la Casa Rodante con El Negro.

Él tenía comentarios superiores de esa película, sabía que si la dejaba pasar tal vez nunca más la vería. Además no sería la primera vez que asistiría trasnochado a buscar pega.

Cuando comenzaron los créditos, Alejandro se percató que la película estaba dirigida por Francois Truffaut. Solamente había leído comentarios de ese cineasta y de los maravillosos filmes que había rodado en su carrera, como “Los cuatrocientos golpes”. Eran pasadas las dos de la madrugada, el televisor prendido y ahí estaba él observando como un hombre amaba a las mujeres y las dejaba compulsivamente hasta el momento de su muerte. Pero el hombre a pesar de sus tintes machistas no fue tan malo, en el fondo ese cara dura veía la vida como un gran poema, y todas las mujeres querían ser un verso de algo bello, eso queda demostrado por el sequito de amantes agradecidas, dolidas, afligidas, apesadumbradas, y entristecidas que asistieron al cementerio a depositar su cuerpo en la tierra viva.

A pesar que él protagonista de la película estaba obsesionado con las mujeres y justificaba sus momentáneas posesiones carnales con argumentos inverosímiles pero llenos de candor y encanto, pues dentro de sus excusas el sólo complacía esa necesidad femenina del goce y el dolor. Alejandro pensaba distinto, él creía que las mujeres eran como un océano, incomprensible, a veces benévolas y otras furiosas como una tempestad y dentro de ese orden los hombres éramos embarcaciones que flotábamos en ese gran devenir de sentimientos.

En esos momentos Alejandro quiso ser como ese excéntrico casanova de cara tosca y llena de cicatrices. Soñó en la posibilidad de amar a todas sus cajeras y no conformarse con tocarle delicadamente la mano cuando estas le entregaban el vuelto. Y pensó que en la mujer estaba su salvación, que sólo ellas lo podían redimir. Pero la ilusión le duró poco, pues inevitablemente la historia de su última ruptura lo golpeaba con el cemento de la realidad. Él estaba dispuesto a tener encuentros ocasionales, pero una relación en estas condiciones no, sin dinero otra vez no.

El filme había cumplido tal como se lo había comentado su amigo. Alejandro había logrado escapar de su rutina, pensó en su pasado, se cuestionó su futuro, en él nacieron nuevas dudas que lo revitalizaron, se sintió con energías, pensó en fumarse un cigarrillo, pero eso lo desvelaría, así que se recluyó en el baño y reflexionó en como transformarse en “un hombre que amaba a las mujeres”.