-Anótelo profesor-, dijo Mauricio con su mejilla
roja.
-no vi quién fue, ¡pero tu también haz lanzado
papeles, así que siéntate y no
reclames!-, fue lo único que pude contestar.
He terminado las clases de mi segunda jornada, con
la voz gastada y con el libro de clases del 4º G lleno de anotaciones, pero aún
queda más, debo asistir al consejo
técnico de profesores. Al final de la Jornada de la mañana tomo un descanso para
almorzar, me siento al lado de los profesores de Historia, entre ellos se
encuentra el director del establecimiento (también profesor de Historia), a su
lado el profesor de Lenguaje, este me pregunta en que colegio hice clases, yo
le respondo que mi principal experiencia pedagógica fue el colegio José
Gonzáles Vera, que se ubica en Avda. Ossa, comuna de la Reina.
-Lo
ubico, es un colegio que parece casa particular y queda al frente de un cine-
dice el Profesor de Lenguaje.
-El mismo Profesor.
-en ese
colegio van puros alumnos que son desechados por otros colegios del barrio alto-,
comenta el Profesor de Lenguaje.
-Yo asentí con la cabeza.
-¿No van
puro vagos y delincuentes como en nuestro colegio?-, dice el director mientras esboza una sonrisa entre mascada y
mascada, de forzada ironía.
-En ese momento tuve la certeza de que los días que vendrían
no serian fáciles.
Los profesores de dirigen a la sala 39, las mesas se
encuentran ordenadas en forma de circunferencia, en los primeros pupitres
resalta unos pequeños letrerillos con los nombres de los profesores jefes de
los cursos del primer ciclo de enseñanza media, estas fondean un altar integrado por la mesa principal,
destinadas a las autoridades del establecimiento, a su espalda hay una pantalla
y el datashow en la cual se visualizan las estadísticas de la última prueba
Simce, cuyos resultados han bajado con respecto al año anterior. Es una
tragedia para las autoridades del colegio. Los docentes se acomodan en sus
posiciones, me arrimo a un rincón y trato de pasar desapercibido, desde ahí
observo todo con distancia, en realidad este no es mi primer consejo técnico
pero es el más concurrido al cual haya asistido. Es raro observar a cincuenta
vejetes gastados por las batallas pedagógicas. La jefa de UTP con su pelo cano,
recita frágiles argumentos sobre la
importancia de nuestro compromiso pedagógico con los jóvenes de la comunidad
escolar, situación que esta directamente relacionada por el bajo resultado del
colegio en la última prueba Simce. La
señora de UTP amenaza que vamos a perder la excelencia académica, ¡bla, bla
bla! La situación comienza a ponerse
tensa, los profesores hacen sus descargos. Pero lo más interesante de todo es
ver como algunos de los docentes reproducen las mismas actitudes de los alumnos
en los salones de clases, algunos viejos
duermen a destajo en sus pupitres, otros conversan y la mayoría escribe
garabatos en sus agendas, los únicos que toman las banderas de las batallas son
los profesores de Lenguaje y Matemáticas, los cuales se sienten injustamente
atacados por lo resultados obtenidos en
las mediciones gubernamentales, argumentan que sólo ellos cargan el peso de los resultados, y que el
resto de los docentes se muestra indiferentes antes los desafíos que les
plantea el Colegio. Según mi opinión, tienen razón, cada profesor actúa como un pistolero renegado del
viejo oeste, acompañados por sus pistolas y una botella de whisky a medio
vaciar en el morral. Por lo mismo, los profesores Leguaje y Matemáticas siguen
defendiéndose. Salud por ellos, y
disparo mi revolver al aire, total a resto le da lo mismo.
Pero en estos momentos descubro algo, yo no soy
distinto a esos vejetes, también me he sorprendido escribiendo garabatos en mi
viejo cuaderno de memoria, no sé porqué, pero lo hago. Estos son:
Los nudillos
Del viejo
profesor
Son cómplices
de los muros
Que se
vanaglorian
De su
impotencia.
Desde su
pupitre,
Sus dedos
Dibujan
mensajes
Que bailan al
son
De las malas
miradas.
En el aula,
Su espalda se
enfrenta,
A la desidia
De rostros
flagelados,
Por la inocua
frialdad
De las calles
sin nombre.
Las voces jóvenes,
Descansan en
los oídos,
Que lo
acompañan,
Ellos son la
lapida
De la tumba
silenciosa,
Donde residen
las esperanzas
Del viejo
profesor.
Dejé fluir las palabras, las imágenes sin ninguna
pretensión, sin afanes de trascendencia, ¿si es poesía? No me interesa, lo que
importa es desahogarse, estaba aburrido, y encontré esta solución. Talvez estas
palabras sólo tengan sentido para mí, es como hacer una clases sin
planificación, es enfrentarse a una manada sin miedo de ser aplastado, es peor,
es asistir a una reunión sin la obligación de asistir, donde tu figura esta
sólo asegurada por el miedo a no encajar con tus pares, así es. No sé porque
algunas situaciones me ponen sensible o mejor dicho insensible. Termino el
Consejo Técnico, es momento de partir.
El martes a primera hora el Director acompañado por el
Inspector General interrumpen mi clase de cívica con el 3ºA, no es la mejor
forma de empezar la mañana, me piden un minuto, como negárselo, adelante –dije,
con indiferencia-, para mí sorpresa los mandamases no vienen a dar una
información, vienen directamente a reprimir.
Jóvenes las
cosas nos cuestan demasiado, para que ustedes las rompan- dice el director
enojado-, ahora quiero que los alumnos
que estaban rayando el vidrio de la sala con un esmeril, sean bastante
hombrecito y salgan adelante. Frente al silencio de los alumnos del 3ºA, el
Director reacciona, ¡sí yo los vi!,
¡Desde la calle!, No pude ver su rostro por el reflejo del sol, pero estoy
seguro que fue en esta sala. El director apunta al final del aula y dice,
-ustedes cuatro a mi oficina-, se levantan de sus pupitres los cuatro jóvenes
del fondo con sus mochilas, cargado en su espalda la amenaza de expulsión si no
delatan a los culpables, los mandamases me dan las gracias, y se retiran con
sus sospechosos. Silencio estrectral, todos se miran, ¡que cagada!, si hasta el
momento el curso se comportaba de excelente forma, cómo me traicionan, no lo puedo creer, esto no es
muy bueno para mi condición de profesor reemplazante. Me paseo por la
sala, y observo sus rostros, sé que debo
decir algo, que mi misión es orientarlos en el buen camino, ¡já, já, já!, como
si supiera cual es el buen camino. Justo el día antes, en el consejo técnico el
Director habían hablado de los continuos atentados a los inmuebles del colegio
y que los profesores teníamos la obligación de identificar y castigar a los
alumnos sorprendidos en estos actos, las medidas debían ser ejemplificadoras,
para estos caso se recomendaba derivarlos a la inspectoria. ¡Que encrucijada!, ¿Debo orientarlos desde mi
experiencia?, ¡Pero no me gusta hablar de mí!, Me da la impresión, que al
contar parte de mí vida, estoy trivializando
mi experiencia, transformando mí sufrimiento, mí angustia, y
contradicciones en un cliché moralizador, ¡Nunca me gustaron los clichés!, Mis
recuerdos son algo muy intimo, para que
sean ignorados, no me gustaría que ellos se trasformaran en material de burla de
mis alumnos. Los jóvenes esperan palabras mías, no hay remedio, debo actuar.
¡Atención jóvenes!, ¿Saben lo que me molesta
de ustedes?, Es que piensan que los profesores somos unos marcianos, unos
monjes tibetanos, pero muchos de nosotros pasamos por las mismas pellejerías
que ustedes, deberían atreverse y confiar más en sus maestros.
Yo también fui joven, me embriagué en las
calles, caí preso y pase la noche con desconocidos borrachos en un calazo con olor a meado, me aburría en clase de Historia, lance
piedras a carabineros, robé almacenes, me agarré a combo en las calles (por simple diversión, besé y amé a mujeres sin compromiso…
pucha que me hubiera gustado decir eso)
fui apuñalado por una manga de pasturries, ¡pero salí adelante!, ¡ Hice
algo productivo con mi viva!, ¡Ahora soy profesor!, Porque de joven siempre tuve secretamente el interés de
conocer y cultivarme- sin importar lo que pensaran los demás-, porque no me
agradaba que los adultos me mintieran,
porque me gustaba caminar a la contra, porque anhelaba ser una persona conciente
y creo que lo logré.
Pamplinas, no puedo decirlo, ¿quién soy yo?, Un
cura, un mormón con traje y bicicleta dispuesto a vender mi religión, no quiero transformarme en eso.
Aprovecho la estructura del sistema educacional y me cobijo en el doble
estándar, lugar donde todos los profesores poseen vidas ejemplares, carentes de un pasado
oscuro. Como muchos sólo hago lo que
puedo.
Jóvenes, no los estoy acusando, pero si los cargos
levantados por el Director son ciertos,
y alguno de ustedes es culpable, sería una verdadera vergüenza. Muchachos deben
darse cuenta que la Escuela será una de las pocas oportunidades que van a
tener en la vida para rodearse de cultura y deberían aprovecharlo. Deben dejar
de ser auto complaciente y asumir la responsabilidad que tienen con la vida y
tratar de ser mejores seres humanos, y para ello deben educarse, dejar la
flojera aun lado, no pueden esperar que
todo se lo de hecho el profesor o sus padres, ustedes solos pueden educarse,
aprovechen el tiempo y lean, lean mucho, lo que sea, escriban, desarrollen un discurso propio, rebélense
ante la ignorancia o siempre van a marcar el paso. Les doy algunos ejemplos,
que les pueden servir de inspiración. Los atentos rostros de los alumnos me
asustan, pero su silencio es música para
mis oídos, -enjoy the silence como la canción de Depeche Mode-,
continúo mi clase de cívica sin inconvenientes.
El resto de la mañana se deslizó apaciblemente, lo
único que atentaba contra ese equilibrio era mi voz, cada vez más tenue y
forzada, cada palabra se trasformaba en una odisea, los sonidos emanaban desde mí estomago en una extenuante
maratón hacia mi garganta, en ese lugar se producía una congestión donde los
sonidos perdían toda coherencia, lo que salía a la superficie era una alarido
suave y desgarrador, similar a una plegaria, raramente esa vibración captaba la
atención de los alumnos, como si presenciaran una espectáculo donde la muerte
era el juez de todos los acontecimientos pero que nunca dictaba un veredicto, era lo más
parecido aun encantador de serpientes, por lo menos así me sentía. Fueron unas
clases excelentes.