miércoles, junio 29, 2005

EL Cuaderno

Él caminaba apurado, con un tranco nervioso, siempre lucía antiguados vestones de colores tierra. Ninguno de sus escasos conocidos sabía a ciencia cierta en que trabajaba y que documentos portaba en su inseparable maletín café.

Según su vecino, él intentó gritar en reiteradas ocasiones sus penas, en balcones de edificios, en calles pobladas y en bares apestados de borrachos solitarios, pero nadie lo tomaba en cuenta. Tenia una forma rara de hablar, tartamudeaba y presentaba unos pequeños tics faciales, que desconcertaban al más desquiciado.

La Fabiola la única persona del barrio que conversaba con él, cuenta, que una vez convocó a una reunión con el objetivo de formar un grupo de lectura poética. al encuentro asistieron un par de personas. Cuando le tocó su turno, se levantó, sujetó firmemente una arrugada hoja de papel y al recitar se golpeó con sus palabras.

Después de ese acontecimientos, las pocas personas que lo conocían le perdieron el rastro.

El hombre del maletín y los viejos vestones de colores, decidió aislarse y permanecer sólo como una rata, así nadie lo volvería a juzgar y mucho menos a ignorar. Entró a su habitación, prendió la televisión y hay se quedó sentado hasta que lo encontraron.

Y si no fuera por un viejo cuaderno color rojo que en su ultima página, fechada el 15 de abril de 2001 describía algo parecido a una vida, hoy no me hubiera tomado la molestia en Recordarlo.

1 comentario:

pomelo dijo...

una vida que se diluye como el agua sobre la arena. que se absorbe y desaparece, como todas las demas.
recordar es un ejercicio potente capaz de arrebatarle a la muerte sus trofeos por unos escasos segundos.
besos