lunes, abril 10, 2006

El Aula Bizarra (Primera Parte)

Serán sólo seis días, -dijo el director-, no pregunté por el sueldo, sólo acepté. Me presento el día viernes a trabajar. Cruzo por un pasillo y doy de frente con una sala, en su interior se encuentran cuatro señoras, me visualizan, me saludan, me acerco tímidamente, me preguntan lo típico, ¿de qué Universidad venia?, ¿Mi nombre?, ¿Dónde vivía?, -conteste sus preguntas, haciendo hincapié que vivía en Peñaflor-, a los Santiaguinos les parece exótico que uno viva fuera del cordón urbano, eso te da un aire de sacrificio, que provoca simpatía en la gente, nunca he sabido el porqué pero lo aprovecho. Me siento en un sillón frente a un televisor y espero que toquen el timbre.

Los profesores comienzan a ocupar la sala, se mueven de un lado a otro, aprovechan el tiempo para hablar de temas triviales, graciosos, el resto se deslizan por la sala, toman y dejan libros de clases hasta dar con el correcto, dejan pasar los minutos. Llega un asistente del inspector y los motiva a que salgan al patio, algunos docentes lo ignoran, pero la mayoría acepta su realidad y sale en busca de sus cursos.

La formación se demoró veinte minutos, paso con el 3º A, en dirección a la sala once, los jóvenes caminan lentamente y revolotean por el pasillo del segundo piso, algunos me pregunta quién soy, yo los hago pasar y le contesto que ya responderé a sus dudas.

Los Jóvenes me observan, esperan que abra la puerta de la sala. Nervioso introduzco la llave en el candado, giro la llave a la izquierda y después a la derecha, no abre, algunas gotas de sudor aparecen por mi frente, los alumnos continúan observándome, ( ¿se cuestionarán lo torpe que soy con las llaves?, ¿ Pensarán que esa es una pequeña muestra de mi debilidad?), giro la llave con fuerza de una lado a otro hasta que el candado cede, me pongo de pie y con un sólo brazo levanto la barra de metal que atraviesa la puerta, me coloco a un costado, los jóvenes por fin entran a la sala.

¡Atención por favor!, mi nombre es Roberto Carballo, soy profesor de Historia del Pedagógico y reemplazaré a don Claudio Martinez, él sufrió una angina, a los que se preguntan que es eso, les cuento que es una obstrucción a una arteria coronaria, o sea, del corazón. El tiempo que reemplazaré a don Claudio depende de su recuperación, talvez sean seis días o un mes, eso no lo sé. Esa fue mi parca presentación, la cual repetiría con todo los cursos en que asumiera la cátedra. Después de este primer acercamiento lo de siempre, pasar la lista, disfrutar la calma, y desarrollar la actividad pedagógica planificada. En este caso no tenia ninguna, así que reviso sus cuadernos para mí sorpresa no tenían materia escrita, miro el libro de clases, está en blanco. Les hablo de Historia, trato de motivarlos con mis apreciaciones. Acordamos un pacto de no agresión, ellos conversan en sus puestos y yo intento solucionar el dilema de la planificación de los contenidos, el cual se presenta como una monstruosa muralla, en dos días, debo armar material pedagógico para recuperar el tiempo perdido del mes anterior, en casa pensaría que haría para la próxima clase. Por ahora me rasco la cabeza, mientras ellos conversan, dibujan y escuchan personal, no queda otra alternativa que pasearse por la sala, vigilar y tratar de conversar con los alumnos.

Segundo bloque de la mañana y me enfrento a un ataque de risa de un alumno del 3º H, su nombre es Johan, lo llamo al orden, pero sigue riendo junto a su compañero, le pregunto la causa de su risa, pero sus carcajadas no paran, no me queda más remedio que echarlo de la sala de clase. Pienso que esta acción me asegura el respeto del resto del curso, pero el compañero de asiento de Johan continua con la risa, lo miro a la cara y observo un gran chichón que cubre la mitad de su frente, esta anomalía cutánea resalta aún mas con su pelo tieso y puntiagudo.

¿Cuál es su nombre joven?

-Carlos Vásquez, profesor.

-por favor salga de la sala-, digo calmadamente.

Inquisitivamente observo al curso, están es silencio, simulo una anotación en el libro de clases, me dirijo hacia la puerta, enfrento a los dos jóvenes risueños, estos ya habían dejado de reír, sus rostros están rojos, miran al suelo y tratan de esbozar una disculpa, con mi mano trato de atraer su atención y conciliar un silencio que me permita ordenar las ideas.

-¿Por qué te reías?

- lo que pasa Profe es que se estaban burlándose de usted.

-¡Pero eran ustedes lo que se reían de mí!

- es que no lo pudimos evitar profesor.

- ¿bueno y que dicen mí?

-lo que pasa Profe, es que usted se parece a Chocman.

-¿y eso es todo?- digo desilusionado.

(Para tratar de llegar a un consenso, y mostrar mi benevolencia improviso un discursillo celebre sobre la telorancia y el respeto).

Saben, yo como profesor respeto a todos los alumnos, a ustedes les he demostrado mí respeto y por esa razón exijo el mismo trató. No me costaría nada burlarme de usted y de los alumnos en general, porque debo estar sobre esas pequeñeces, para darle un ejemplo (señalo con la palma de mi mano la humanidad de del primer risueño) estoy seguro que le hacen bromas por su nombre, Johan.
-Si profesor- dice Johan.
Yo podría utilizar esa situación para intimidar al curso, pero eso no lo haré ni usted ni con nadie, yo no me aprovecho de las inseguridades ni de los defectos de los alumnos.

Espero que escuchen con atención estas palabras, para mí lo más importante al interior de la sala es el respeto y espero que no rompan esta regla, porque tendré que tomar medidas.

- Si profesor, disculpe, no lo volveremos hacer- dicen los dos jóvenes.

-Bueno, espero que su comportamiento cambie, porque en una segunda ocasión no seré comprensivo. ¿Queda claro?

-¡Sí profesor!- contestan arrepentidos los jóvenes.

-Espero que se comporten mejor de ahora en adelante, porque para mi seria fácil tomar represalias y mandarlos a la inspectoría y anotarlos en el libro, pero esa no es la idea.

- ¿estamos de acuerdo?

-Si profesor- responden cabizbajo los alumnos.

-disculpe profesor, no era nuestra intención- dice el joven del furúnculo en la frente.

-¡Les voy a creer!, por favor vayan a lavarse la cara y vuelvan a clases.


Después de mi mensaje redentor, las palabras de estos niños asumían un eco en mi cabeza, esas vibraciones me molestan de sobremanera, escucho una y otra vez sus voces monocordes diciéndome ¡sí profesor!, ¡Sí profesor!, ¡Disculpe no era nuestra intención!, Sus disculpas me ofenden más que sus risas, a pesar de observar un genuino arrepentimiento en sus ojos, sus ¡sí profesor! Me llenan de una sensación de vacío que no puedo ignorar.

La gracia de este inesperado vacío me revela sorpresas, no llevo ni cuatro horas en el colegio y ya fui bautizado con mi primer mote, Chocman, en cierto sentido es gracioso, en verdad me parezco a ese famélico súper héroe de los biscochos cubiertos de chocolate, mi cuerpo es delgado, y poseo una prominente nariz, al igual que el susodicho, en lo único que se equivocaron mis nuevos alumnos es que no usó malla, tampoco antifaz, además soy mucho más musculoso y guapo que ese enclenque monigote de los comerciales. Pero mis conclusiones a ellos les importan un carajo, ya dictaron sentencia, no queda más remedio que padecer la condena de ese apelativo.

Terminé mi primera jornada, cada uno de los cursos que tomé durante la mañana me presentó una situación similar a la anterior, carencias de contenidos, de interés, y problemas conductuales. La rutina sólo es quebrada por los desagradables detalles, que para cosas de convivencia
estudiantil no son detalles, son situaciones de vital importancia.

8 comentarios:

Nachitaxxx dijo...

:P
me encanto
quiero saber que sigue, quiero saber!!

espero...

::: Isis ::: dijo...

Que buena, me da la impresion que debes ser un profesor muy bueno y comprensible.

Saludos.-

·º·DarkAngel·º· dijo...

Bien educativo el relato, uno cuando es alumno no se imagina qué estarán pensando los profesores cuando toman ciertas decisiones, ni que tienen sus propias inseguridades.

A mi me parece simpático Mr. Chocman (o no me acuerdo como era lo del superhéroe), es un super héroe y hace un bien a la comunidad jijiji... además es dulce como usted algunas veces.

Y qué importante es la labor de los profes... más que en el contenido de su clase, en la forma de tratar a los alumnos y cómo traspasan sus valores y actitudes a los niños y jóvenes. Sin duda que ellos más tarde apreciarán los ejemplos de vida de sus maestros, cuando los plasmen en sus propias acciones y obtengan sonrisas y buen trato de ello.

Suerte Profesor !!!

alikis dijo...

Para mi, que lo que más le molestó profe, es que le hayan puesto Chocman y no Superman, Acuaman, o algún otro superhéroe de renombre.
Suerte con los rezos de esta semana.

pomelo dijo...

jajajajajajaja
estoy llorando de la risa.

es que lo de chocman es muy gracioso y en verdad te pareces un poco. solo un poco. eres muchisimo mas guapo que el original sin duda alguna. Te imagino con malla y capa...jajaja.
perdoname la risa, lo siento profesor.
nunca mas, se lo prometo, señor profesor.

algo mas: debe ser redificil ser profesor de 3os medios, enseñarles mucho mas que historia a una tropa de adolescentes, encontrar un modo de relacionarse que permita el respeto mutuo y sobretodo lograr la atencion de los alumnos para las futuras clases.
Tu trabajo es admirable, lo digo en serio. Creo que ya te lo dije cuando ibamos a Pearl jam. Debe ser re peluo ser profe.
Sobretodo si te encuentran parecido a chocman.
jajajaja
besos

Dedo Idiota dijo...

“disculpas que ofenden más que las risas”… sus banderas bajas son nuestras derrotas… los que por algún motivo optamos por no salir en mucho tiempo de las aulas, hemos llenado de ecos los recuerdos y alimentado un vacío que a veces es evidente... disculpa la extensión, pero este relato me recordó mi propio sabor… un abrazo estimado.

Muy Matrera dijo...

Uy supieras los motes que me han puesto a mí... y eso que soy profe de básica.

Unmasked (sin caretas) dijo...

jaja. Tipico...Profe, tipico.
Esa situacion la he visto tantas veces, claro, no como profe honorable como usted, pero me trajo recuerdos de antano,del aula y del profe de historia.

Un beso y lo sigo leyendo, voy lento, semana pesada, pero lo leo, me encanta su estilo humoristico, y sarcastico a la vez, con una gran dosis de realidad.

Sigo leyendo, gracias por su paciencia.

Beso inmenso de petra pulenta