Siento que el agua agoniza en mis entrañas, el malestar espiritual se posiciona en mi cabeza como un gran mural de la Brigada Ramona Parra, estampando sus imágenes de rostros desquiciados, deformes, llenos de terror y locura, facciones toscas, rojizas y deformes que me gritan.
- estas perdido…
- estas perdido…
-loco vas por la senda equivocada…
Estás loco… loco … loco y solo… sólo … sólo… así nadie te va amar jamás… jamás, jamás...
-cuidado con el anarquista enemigo del pueblo
Esas palabras giran en mi mente como un remolino de agua de un servicio higiénico. La mierda flota en los fluidos amarillentos resistiendo al destino inmisericorde de la cadena, mierda prisionera de la celda de inmaculada loza.
Siento que el vacío espiritual me acompaña hace años, no puedo sacarme el lastre de no encajar en el molde social o será la carga genética que me predispone a la bebida. Seré victima de los brindis de mis antepasados, aunque sea así los libero de culpa. La bebida por cierto no es la verdadera culpable, solo es un síntoma de mi desesperación.
La desesperación de no tenerte.
De haberte perdido.
Te necesito y no estás.
Te extraño y no estás.
Te deseo y no estás.
No recuerdo tu cara y tampoco tu cuerpo. Qué amaré, qué se ama. Que amé.
Amé la posibilidad de un futuro contigo.
Amé el placer de tu carne.
Amé tu imagen.
Amé tu necesidad.
En estos momentos de locura pos etílica me gustaría pensar que amé los encuentros y la entrega aunque en realidad no tengo la más puta idea.
A veces pienso que la culpa es mi única manera de renovar mi espíritu, la culpa es para mi más importante que el dolor, o es una variante del dolor que se disfraza de culpa. Creo que esa sensación de incertidumbre en mi forma hueona de aprender de los sinsabores del alma, una forma de lectura braile para mi sensibilidad. La culpa me impulsa como una maquina del tiempo, comienzo a beber, desaparezco y aparezco en otro lugar sin saber por qué y toda esa ausencia de recuerdos y de seguridad me envía a una parcela de mi infierno.
Te amé…pero anoche igual me lancé a todas en busca de placer disfrazado de desesperación de delirum termens, buscando a mi amada inmortal y como vil hueón para variar me quedé sin nada… sólo con mis dolores culposos de mi maldita resaca.
Esas palabras giran en mi mente como un remolino de agua de un servicio higiénico. La mierda flota en los fluidos amarillentos resistiendo al destino inmisericorde de la cadena, mierda prisionera de la celda de inmaculada loza.
Siento que el vacío espiritual me acompaña hace años, no puedo sacarme el lastre de no encajar en el molde social o será la carga genética que me predispone a la bebida. Seré victima de los brindis de mis antepasados, aunque sea así los libero de culpa. La bebida por cierto no es la verdadera culpable, solo es un síntoma de mi desesperación.
La desesperación de no tenerte.
De haberte perdido.
Te necesito y no estás.
Te extraño y no estás.
Te deseo y no estás.
No recuerdo tu cara y tampoco tu cuerpo. Qué amaré, qué se ama. Que amé.
Amé la posibilidad de un futuro contigo.
Amé el placer de tu carne.
Amé tu imagen.
Amé tu necesidad.
En estos momentos de locura pos etílica me gustaría pensar que amé los encuentros y la entrega aunque en realidad no tengo la más puta idea.
A veces pienso que la culpa es mi única manera de renovar mi espíritu, la culpa es para mi más importante que el dolor, o es una variante del dolor que se disfraza de culpa. Creo que esa sensación de incertidumbre en mi forma hueona de aprender de los sinsabores del alma, una forma de lectura braile para mi sensibilidad. La culpa me impulsa como una maquina del tiempo, comienzo a beber, desaparezco y aparezco en otro lugar sin saber por qué y toda esa ausencia de recuerdos y de seguridad me envía a una parcela de mi infierno.
Te amé…pero anoche igual me lancé a todas en busca de placer disfrazado de desesperación de delirum termens, buscando a mi amada inmortal y como vil hueón para variar me quedé sin nada… sólo con mis dolores culposos de mi maldita resaca.