miércoles, junio 15, 2005

La Gitana.

Me senté en una banca del parque Forestal y esperé. Al atardecer un grupo de vecinos y nanas conversan amenamente mientras sus mascotas corren por el parque. Los finos canes juegan y se mordisquean alegremente ante las complacientes miradas de los transeúntes que sonríen enternecidos al observarlos. Nervioso miré el reloj. Las gitanas deambulaban por el sector interrumpiendo a las parejas que se besaban recostados en el pasto. Una de ellas se me acercó y me preguntó si deseaba saber mi suerte -contesté que no-. Al marcharse supe que nunca más volvería a ver a Mariana.

1 comentario:

El señor K. dijo...

A veces pasa de ese modo, el vaso se rompe sin ruido o los que se van parecen no dejar huella.
Cuidado con las gitanas, de cualquier modo, pues traen más mala suerte que un gato negro debajo de una escalera.