viernes, julio 22, 2005

El Lejano Sonido De Las Sirenas. (Segunda Parte)

Un mes después del asalto frustrado por Pedro, su hermano Jaime carreteaba en la casa Nº 225 del pasaje Galvarino de la Población Nueva Peñaflor. Jaime estaba afuera de la casa engrupiéndose a una mina exquisita llamada Karen. Ella se movía coqueta, él recostado en un árbol trató de tomarla por la cintura, ella se resistió un poco pero terminó cediendo a las insinuaciones de Jaime. Se besaron apasionadamente, Jaime le había facilitado su lugar a Karen, él presionaba el cuerpo de Karen contra el árbol mientras recorría con sus manos su voluptuosa figura.

El Porcino y el Lenteja estaban sentados en el comedor, desde ahí observaban a la gente mientras bebían un combinado mezclado en una botella de coca-cola. La gente disfrutaba de la fiesta. Las jovencitas bailaban al ritmo de la cumbia. La mayoría de los asistentes conocían a los dos granujas que estaban tomando en el comedor, pero los ignoraban, si bien eran conocidos por ser cuaticos, no revestían mayor peligro.

Él fumaba, el humo del cigarrillo lo envolvía en misterio, su camisa roja resplandecía con las luces de fiesta, sus pantalones de tela color beige estaban manchados con vino tinto, él tomaba el vaso como si fuera un caballero de alta alcurnia. El Lenteja tenía su fama de galán, era indudable su éxito con las mujeres, pero de él se contaban muchas historias turbias. Todos sabían que se ganaba la vida vendiendo pitos en la plaza de Peñaflor en la esquina del pool, también se cuenta que fue procesado por homicidio y que pasó un mes por la cana antes de salir por falta de meritos. La gente del sector comentaba que el Lenteja lo había pasado muy mal ahí adentro, que lo habían golpeado y violado. Su acompañante el Porcino era un verdadero mastodonte, uno lo podía reconocer a cien metros de distancia, su calva, su metro ochenta y cinco de estatura, y sus ciento veinte kilos de peso lo transformaban en una persona imposible de ignorar, además sus atuendos le daban un aspecto de temer, utilizaba una gastada chaqueta de cuero de motociclista, poleras negras con estampados de grupos punks, jeans apretados y unas blancas zapatillas converse de caña alta con vivos rojos. El Porcino era una especie de maestro espiritual para los nuevos punketas, era común verle en la plaza conversando con jovencitos de mechas multicolores y paradas, hablando de cómo el sistema los relegaba a la marginalidad y como ellos, los ignorados debían unirse para defenderse de la agresión capitalista.

Jaime estaba enganchado de Karen, le gustó desde que la conoció en la escuela básica Nº 6, ella iba un curso más abajo. Siempre la veía pasearse por el patio con su jumper azul, y sus trenzas liadas con cinta blanca. Karen había crecido, ya no usaba cintas en el pelo, y su cuerpo había adquirido formas que no se podían ocultar en un uniforme de colegio. Jaime y Karen se abrazaban, era el comienzo de un idilio romántico, que se gestaba bajo el alero de un árbol.

El Porcino y el Lenteja salen de la fiesta totalmente aburridos. El Lenteja se queda inmóvil, observa como la pareja se besa apoyada en un plátano oriental.

Karen entró gritando a la fiesta, pedía ayuda, nerviosa trata de explicar lo que sucedía. El Lenteja y el Porcino le estaban sacando la chucha al Jaime. Los hombres salieron en su defensa, pero los agresores ya habían arrancado. El Jaime fue a parar al hospital, estuvo dos días internado. La culpa agobiaba a Karen, no podía comprender cómo en el pasado pudo salir con un tipo como el Lenteja.

Esa noche el Pedro trabajaba en la bomba Copec de Vicuña Mackenna con Luis Araya Cereceda. La noticia de la golpiza de su hermano lo removió de un temor que nunca había sentido, la angustia le oprimía el pecho, pescó su chaqueta y partió corriendo al hospital.

Durante un buen tiempo no hubo noticia de ellos, era como si hubieran desaparecido de la faz de la tierra. El Porcino no se aparecía por la plaza con sus rapados discípulos de bototos y cadenas, tampoco pedía monedas a la salida del supermercado. Como era lógico el Lenteja dejó el negocio, otro dealer comenzó a usar su esquina para vender pitos.

La familia del Pedro se dedicó a cuidar al Jaime. Interpusieron una denuncia ante carabineros pero no hubo noticias. Karen visitó a Jaime los dos días que permaneció hospitalizado, sin darse cuenta Jaime y Karen comenzaron a pololear. Poco a poco la vida de la familia Valdivia volvía a la normalidad.


Caminaron cabeza agacha, por las sombras de la calle, de improviso un filo de metal sale a relucir. El Lenteja tomó a un bombero por la espalda y le colocó un cuchillo en el cuello, el Lenteja observó al Pedro, pareció reconocerlo, cuando pequeños jugaron juntos a la pelota en el club deportivo Esperanza. Él sabía que había golpeado al hermano. El Lenteja le gritó al Pedro que le entregara el dinero de la caja, éste se negó, ante esta oposición el Lenteja presionó el cuchillo en el cuello de su rehén, unas gotas de sangre ven la luz y manchan el overol del asustado hombre, éste le pidió al Pedro que le haga caso a los asaltantes. Pedro caminó lentamente hacia la caja buscando una oportunidad para atacar al asaltante. Desde las sombras el Porcino percibió las intenciones de Pedro, y sacó una escopeta hechiza de su chaqueta. No hubo nada que hacer, Pedro entregó todo el dinero de la caja, setenta mil pesos. Los maleantes salieron arrancando. Pedro los reconoció en el momento que eran los agresores de su hermano, al verlos se sintió levemente paralizado, pero no por temor sino por una rara especie de incredulidad, rápidamente este sentimiento se transformó en rabia, pero ya era demasiado tarde, estos dos maleantes habían sacado sus armas. Sus manos estaban dominadas por un ligero temblor, aún escuchaba latir su corazón, Pedro ya había dado aviso a carabineros, estos llegaron minutos después, pero el temblor de sus manos no desaparecía.

1 comentario:

Roberto_Carvallo dijo...

TieRRA de NAideN 6.2. eres un hueón fome por decirlo menos, para ser un hueón egocentrico, guapo, maldito, KK amarga estoy yo, y con más mala leche que vos, yo le pegué a mi santa madre por menos que lo que dijiste ayer, yo soy más malo que el JASON, yo SOY malo; MALO; MALO, MALO, Malo, Malo.