Conocí a Daniela en un quisco de Nuñoa. Su rostro exótico, su cuerpo frugal y su sarcástico hablar me cautivaron.
Disfrutamos un otoño de caricias y besos subversivos, amenizábamos las tardes con conversaciones inusuales, nos mirábamos de sin pronunciar bobalicones “te quiero”.
Hasta que una micro me la arrebató. Padecí mi tragedia en Matta con Portugal. Los transeúntes se aglutinaron a observar el espantoso espectáculo, su desgarrado cuerpo flotaba en sangre y el silencio escribió su epitafio.
Han pasado cinco años y no puedo comprender
por qué ese día no caminé con ella de la mano.
miércoles, febrero 15, 2006
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9 comentarios:
Gostei do que li. Sensibilidade e realidade na perspectiva de quem olha o mundo com a naturalidade das essências belas. (também sou docente de História em Portugal)
Abraço.
mellopatuleia@blogspot.com
Que descuidos
que vidas
que muertes
De que cuidados hablas
si aún la llevas de la mano...
del amor.
Intenso
R.
vine a visitarlo, y mencontre con este descuido...
uf... conmovedor relato
"disfrutamos un otoño de caricias" que bella imagen...
besos para usted
que decir, no lo se...
lo unico que te puedo decir me llego en lo mas profundo de mi.
:(
yo le tomè la mano. pero corriò
dice ke asì es mejor
las ironìas de la vida.
aiòz profe
y sin embargo, no sólo de lo que hacemos, sino también de lo que hemos dejado de hacer nos hemos forjado!... un abrazo
Me quedé pensando cómo pasa desapercibida nuestra influencia en la vida de otros, para nosotros mismos quiero decir y para los otros también. Nos cuesta dar una sonrisa, un saludo, una mano, decir te quiero, estar ahí... y no alcanzamos a comprender qué importante puede ser para el otro.
Saluditos
ay.
ay los descuidos que nos pasan la cuenta a ratos, asi es y la maravilla es poder "recordar", aludir a ellos...del modo que tu la haces, sensible, con frescura
mmm profesor de historia colega
saludos y te leo
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